Caminar sin libertad: ¿se llega a alguna parte?






Uno de lo caminantes se detuvo, y le dijo a su acompañante. "Oye, amigo, ¿a dónde vamos?" El  amigo respondió: "¿Tenemos que dirigirnos a algún lugar?". Guardaron silencio. El tiempo era excelente. A uno y otro lado del camino, había gente tumbada sobe la hierba, tomando el sol; algunos se quedaban bajo la sombra de los árboles mirando al que pasaba.

Así se sucedieron los días. Las noches servían para organizar corrillos alrededor del fuego y contar historias. Los más "tímidos", exageraban los obstáculos de la jornada. Santa Teresa les dejó por escrito a sus monjas que "si no procuráis las virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas". No basta solo "rezar y contemplar" y esperar que los problemas se arreglen solos. Frente a este grupo se alzaban los "temerarios" y reducían lo imposible a una alternativa viable. Por ejemplo, el cielo es posible para quienes mueren en pecado mortal. Sobresalen, por último, en las reuniones nocturnas al calor del fuego, la visión de los "audaces". No suele haber muchos con este temple. Ellos ven lo "verdaderamente posible", como nos enseña J. Guitton al recorrer estos tipos variados de personalidades. El "sentido de lo real" en este caso, ayuda a conseguir  los recursos necesarios para andar el camino. 

(Han jugado también con el concepto de audacia --aunque desde otro plano-- personajes tan dispares como Barak Obama y el Cardenal Carlo María Martini, y publican incluso con el mismo título un libro sobre el tema, si bien el cardenal se le adelantó un año en su publicación al que entonces era senador candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos).

¿Y qué decir de los dos amigos del principio, uno dando pasos sin saber adónde va; el otro, dejándose llevar por la corriente? El primero de estos dos sujetos, nos recuerda  a la obra Esperando a Godot (1948) de Samuel Beckett. Vladimir y Estragón, sus protagonistas, hablan entre ellos, y esperan a alguien, y no saben si vendrá aunque un niño les dice que "mañana".

La vida sin rumbo, aunque se esté muy ocupado en algo, no acaba de tener "sentido". Se camina, se hacen cosas ((hablar y hablar), pero se carece de dirección, de compromiso con llegar a tiempo a alguna parte. Ya veremos, parecen pensar quienes se hallan en tal situación, hoy no, pero, en fin,  mañana quizá me salga algo.

Está claro; buscamos la felicidad, pero ella no se halla en un recodo del camino. Es el resultado de haber llegado a ese lugar casi (o sin casi) inaccesible...para nosotros. Pero "para Dios no hay imposibles". Luego no nos queda otro remedio que unirnos a él, siguiendo el "camino" de la verdad, para así poder caminar libres.





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