Un gran negocio: Hablar bien de los demás, a pesar de los pesares



Buen ejemplo.




La pregunta de siempre: Pero, ¿cómo voy a hablar bien de quien sí conozco de sus andanzas?

Quienes se opondrían, en primer lugar, a este forma de obrar, serían los periodistas. El mundo está peor que nunca, piensan. Luego, debemos encontrar lo negativo. A eso se le llama periodismo de investigación. Se debe contar lo negativo sólo si se se tiene evidencia de lo ocurrido. "Facts, no comments" dicen los expertos.

No se trata de ocultar el bien. Se trata de alertar a la comunidad de receptores sobre ese mal, siempre al acecho, listo para sorprender a las personas en todos los niveles; los de gobierno y la política, los de los negocios y los de las relaciones sociales y familiares.

El famoso Marshall McLuchan, experto en el comportamiento y efectos de los media solía responder con gracia a la pregunta del porqué se muestra siempre lo más negativo en las noticias. Respondía así (como ya he contado en otras ocasiones): "Porque el público respira con alivio al no haber estado en esa situación tan negativa en ese momento". "Sin embargo", añadía, todos tendrían envidia de no haber disfrutado de ese suceso tan estupendo, como ocurre al relatar una noticia favorable".

Todos sabemos por experiencia, de la fuerza de arrastre del ejemplo, cuando es bueno y cuando no lo es. Teresa la grande, la de Ávila, cuando era chiquita, se salía del cerco de las murallas de Ávila con su hermano Lorenzo para adentrase en tierra de moros y sufrir el martirio, tal como había aprendido de los santos en las lecturas de sus vidas en familia. Le atraían y quería imitar las vidas de quienes se ponían a consideración en las veladas familiares al atardecer.

Ocurre lo mismo con el mal ejemplo. La niñez de los futuros maleantes suele estar sembrada de una falta de cariño y de ejemplaridad en la familia y en las compañías de quienes se jactan y quieren seducir con sus logros de espaldas a la virtud.

Sin embargo, aun en los casos más radicales de maldad se pueden encontrar cambios favorables debido a ejemplos significativos buenos. Víctor Hugo nos ha dejado constancias de estos casos en su obra clásica Los Miserables. El ejemplo del párroco de la iglesia en donde un ladrón había robado unos candelabros de plata, y no le acusa a pesar de saber de su fechoría, llega a conmoverlo (si bien no en el primer momento) y a cambiar su vida.

Un bandido se quedaría boquiabierto si escuchara hablar bien de alguna faceta de su vida por lo menos una vez. Acabaría reconociendo el valor de esa actuación suya buena, quizá desdeñada por los demás, y, como el bien es atractivo "de suyo", esa admiración le incitaría a tratar de conducirse de nuevo de esa manera al reconocerse en ella como una parte, minúscula si se quiere, de sí mismo. Él empezaría a "quererse" a sí mismo.

Por eso es gran negocio descubrir lo bueno de los demás, y del mundo. Airearlo, sin falsa modestia. Esa proyección de lo bueno, enamora. Y ganas dan de conservar y propagar para siempre la imagen de una descripción buena imitándola, como sucede cuando se lee un buen libro o se ve una buena película. 

Así va surgiendo el principio de una estela de luz inconfundible capaz iluminar el camino y de unir a unos hombres con sus semejantes.










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