Benedicto XVI: Imposición del silencio en la verdad y moral



Guerra y muerte en el cementerio de Lérida, España, donde 75 sacerdotes y religiosos perdieron la vida el 21 agosto de 1936.




Se lee con preocupación el último escrito publicado de Benedicto XVI. Todo un Papa, reconocido en todo el mundo por su sabiduría, prudencia y santidad, resulta que se tiene que callar para informar de una serie de verdades ocurridas durante su vida religiosa hasta después de su fallecimiento.

Cuando esto ocurre en una publicación cualquiera es triste. Pero que se dé en el santuario mismo del catolicismo, resulta vergonzoso. En el caso del papa emérito Benedicto, no fue el miedo a delatar algunos hechos y situaciones la causa del silencio,  sino el deseo de no despertar un "vocerío asesino", según sus mismas palabras aparecidas en su  escrito póstumo Qué es el cristianismo

Son palabras fuertes, dirigidas espacialmente a una parte del episcopado y clero de la Iglesia de Alemania, tan bien por él conocida, una tierra amada por Benedicto a la que no pudo regresar desde su nombramiento como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe  en Roma por el papa San Juan Pablo II, una  institución de la Iglesia católica fundada en 1542 para defender la Fe de las herejías y doctrinas nuevas no aceptables.

El Catecismo de la Iglesia católica,  promulgado  por Juan Pablo II en 1997, aunque es fruto de la colaboración de todos los obispos, estuvo especialmente dirigido por el entonces Cardenal Ratzinger en su primera edición en latín. Celoso guardián de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, Benedicto XVI no ha cejado en su trabajo apostólico a su servicio de advertir a todo el pueblo católico de no desviarse de los caminos de la Fe, tan amenazada ahora con propuestas fuera de su cauce ante la avalancha de propuestas invitando a tratar nuevos caminos sin sentido.

Estos proponentes para satisfacer el "afán de novedades" de tantos son quienes a costa de la Fe tradicional, de ayer, de hoy y de siempre quieren imponer el silencio a la verdad y el relativismo a la moral, quienes si abundan en Alemania, encuentran sus corifeos en muchos otros contextos y en varios países antaño guardianes de la Fe y las buenas costumbres.




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