Publicitar a Dios ofende a un miembro de la Real Academia

Resulta edificante cuando se puede aprender de los demás, en aspectos que para el hombre de la calle pasan desapercibidos.

Por ejemplo, tener la oportunidad de aprender de sabios, como  son quienes por méritos propios tienen un asiento en la Real Academia Española. Es el caso de José Manuel Sánchez Ron, a quien pude acceder gracias a un artículo publicado recientemente en El País por tan connotado personaje

En el artículo se confiesa ser "compasivo y justo". Y produce admiración que haya todavía personas así cuando la indiferencia hacia los demás y la injusticia llenan cada hueco de la existencia humana. Así las cosas, el fino sentido de la justicia del señor Sánchez Ron se "ofende" cuando advierte que el Boletín Oficial del Estado (un espacio público) inmiscuye a la religión en los programas educativos de España. La pluralidad de este miembro de la Real Academia no le permite tolerar tal desatino.

Pero, como hombre de Ciencia, Sánchez Ron la concibe como un investigar los hechos "y establecer para ellos sistemas con capacidad predictiva". Adentrarse en en futuro desde el presente. Para algunos esta manera de decir se parece a un definir la "presunción". Al hombre que la encarna le sobran todas las cosas, se basta a sí mismo. Dios es un invento indemostrable, apto para quienes carecen de rigor en su aproximación a la naturaleza.

Por tanto,  a un no creyente, como él, se le falta al "respeto" cuando se dice en ese Boletín, que el "rechazo de Dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz". Sánchez Ron ilustra su argumento con un elegante  adagio latino que dice Amicus  Plato sed magis amica, que el autor traduce como "Platón es mi amigo, pero la verdad me es más querida", aunque en su cita del texto latino se ha comido la "veritas". Se deja fuera quizá el concepto más importante de todo su articulo, la verdad,  al que sólo  menciona una vez.

Pues bien, en nombre de esa verdad que no aparece en el texto latino traído a colación por el autor del artículo (quizá por un lapsus calami de no sabemos quien), o más bien, por amor a la verdad, podríamos preguntar: ¿Y que tal si la frase "la felicidad sin Dios no existe", fuera verdad? ¿Puede un amigo de la verdad dejar de lado una realidad trascedente por respeto a los demás? 

No tiene por que ofenderse quien tan convencido  está de la banalidad de tales creencias. Cuando aparecen, aunque sea en un "espacio público" se pasan de largo y ya está; o se hace una reclamo a quien sea pertinente en vez de un sainete. 

Visto desde otro ángulo, esa cita no tiene su raíz en la religión católica, como afirma Sanchez Ron, pues se la puede encontrar en los escritos griegos antes de Cristo. El sentido de la vida, sin el que es imposible ser feliz, se baraja siglos antes de la venida de Cristo. Y la experiencia nos demuestra que ha tenido un amplio respaldo a través de la historia que lo ha mantenido vivo.

Lo que no se puede silenciar es lo que muchos creen ser una serie de verdades trascendentes. Por eso interesa mucho cultivar la capacidad de diálogo entre personas de diferentes ideas en el mundo global que vivimos. Claro está, este no es mundo de Darwin, al que Sánchez Ron apela como soporte para decir lo peligroso que resulta la "introducción constante de la creencia en Dios" en la mente de un niño, pues puede perturbarle en su crecimiento.

Para "ganar el futuro", como dice el señor Sánchez Ron, se logra con la búsqueda de la verdad, como haría un buen científico, arropado en  una buena base de diálogo abierto, sin decir  a la manera tan española, por muy Real que fuera:  éso ni mencionarlo siquiera (y ahí va el argumento fuerte), "porque te lo digo yo".

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