La paz no es negocio

Las mesas de paz no cesan. En salones de hoteles de cinco estrellas o en los centros de convenciones de países del primer mundo, no cejan de reunirse los más conspicuos representantes de las grandes potencias.

Bien atendidos en sus reuniones por azafatas cuidadosamente elegidas, parece que, después de cada reunión, tocan la paz con la punta de los dedos.

Pero esa es la cara oficial, para los media. Falta, por lo menos, otra cara. La del negocio multimillonario de quienes fabrican y venden armamento a todo el que quiera pagar por ello.

Rusia, por ejemplo, que no suele faltar en esas mesas de "diálogo", se ha convertido, gracias a los conflictos en el proveedor de más de la cuarta parte del armamento vendido en el mundo. Se suele situar, desde luego, detrás de los países donde interviene en los conflictos armados, para ayudar a los demás en sus esfuerzos por la paz.

Claro, en esas mesas de diálogo no hay quien tenga autoridad. En ellas se sienta siempre el cada vez menos influyente de los países en estos litigios, que exporta más del 30% del comercio internacional de armas, Estados Unidos.

El prestigio se esfuma de las mesas de negociaciones. Cada quien va a su interés particular, que pasa por hablar de paz mientras se arman y arman a los demás  para la guerra.

En ese comercio de la guerra se hallan también Alemania y Francia, y entre todos alimentan ese polvorín situado en el Oriente Medio, donde todos están armados hasta los dientes.

La hipocresía de las negociaciones ha enterrado la credibilidad de los países más poderosos que litigan intermitentemente. Los alimentos necesarios a las zonas de hambre del planeta, no alcanzan las bocas hambrientas de quienes se ven fotografiados con armas modernas, aun siendo niños. Más grave todavía es que los remedios para las enfermedades ordinarias y las contagiosas no alcanzan a quienes ya les ronda la muerte.

Hay quienes sí ayudan con sus fortunas. Bill Gates, su esposa, y la Fundación que han creado le plantan cara a la malaria, una verdadera plaga en los países tropicales pobres. Ellos creen también que otra forma de ayudar es proporcionar anticonceptivos en los programas que tiene la UNESCO, para que no vengan más vidas a este mundo sin esperanza.

Si no hay vida, no hace falta la esperanza. El reto, según creemos, consiste en crear esperanza allí donde hay vida. La vida de suyo es siempre una fuente de esperanza, aunque algunos crean que es más eficaz crean que la vida "puede convertirse en una farsa sin sentido cuya única solución es la muerte". El filósofo Jesús Mosterín aboga porque la vida es "formidable y maravillosa" cuando posee esos componentes; de lo contrario, es mejor suprimirla.

Cuando a Dios se le saca de la vida, de la nuestra, de la de cada uno, sobreviene la locura, de lo que la cita anterior es un ejemplo. Armas para conseguir la paz. Quitar la vida para que se acabe la rabia.

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