Pero, ¿cómo se puede ir al cielo?

En primer lugar, se debe creer en la resurrección: la vida apenas comienza al llegar la muerte. Después, para ir al cielo se debe
creer en él. En tercer lugar, se debe localizar la puerta de entrada y caminar hacia ella, es decir, el fin del hombre. Por último, esperar que alguien  ayude a entrar, pues uno no puede hacerlo por su propias fuerzas.

Hay otros autores con más autoridad y prestigio, que muestran las cosas de otra manera..., aparentemente. Por ejemplo, es conocida la escena de la visita de Tomás de Aquino (1125-1274), fraile dominico, y una de las mejores cabezas de la teología y de la filosofía de  toda la historia. Pues bien, en una de sus escasas visitas al castillo de su familia, Roccasecca, una de sus hermanas (tenía 5 y 6 hermanos) se le acercó mientras paseaba por uno de los pasillos, y le preguntó: "--Qué tengo que hacer para ir al cielo?" Tomás se quedó pensando un momento, y le dijo: "--Querer".

Esta hermana de Tomás muestra su creencia en la vida por venir y cree en cielo. Por eso la respuesta de su hermano se limita a ese monosílabo, lleno de sentido: Querer. Es decir, si uno quiere, quien es el "camino" --Jesucristo-- le conducirá  la "vida". 

Vemos así, que el gran don hecho al hombre al ser creado, se respeta íntegramente, pues, se requiere del uso de la libertad para alcanzar ese bien, el único, consistente en la felicidad, o, mejor dicho, esa felicidad que resulta al alcanzar ese bien propio del hombre.

Por tanto, debemos "fiarnos" se quien puede enseñarnos la "puerta de las ovejas" y hacer posible lo que para el hombre es imposible.

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