El secreto de la vida se encuentra justo después de la muerte


Así es. El secreto de la vida se encuentra justo después de la muerte. Conviene creer esto  porque es verdad. Es la única razón. No se trata de argumentos a favor o en contra. Más bien, se trata de dejar respirar un poco a la realidad, sin querer abarcarla   sólo con la razón...

Por supuesto, siempre deberíamos dar a la razón su sitio, pero no todo el sitio. Permitir también su lugar a la fe, nos ayuda a "ver" ese algo más, imperceptible ahora, pero esencial para la vida, esa vida que nunca acaba y que comienza después justo de la muerte. 

La trascendencia de este "secreto" nos da qué pensar. De eso se trata. Encauzar la vida de tal manera para disponerla a ese cauce amplio como el océano y sereno como el atardecer de primavera. Pero irreversible, no por decreto sino por voluntad propia, personal.

El hombre elige su suerte durante la vida: va a donde quiere. Ese destino consiste en estar con Dios o sin él, y se respeta para siempre esa decisión omnímoda. No hay manera de cambiarla porque se acaba el tiempo y con ello la posibilidad de mudanza. Por eso amanece ese "presente continuo" donde se fija  el último estertor de lo entonces querido.

A pesar de las espantosas condiciones del  infierno, el alma permanece inmóvil en ese estado porque así lo quiere con su voluntad incapaz de amar. En el caso del purgatorio, el alma muere con la esperanza de ver cara a cara su creador. Por tanto, esa luz se va haciendo cada vez más clara para esa persona hasta el encuentro definitivo con el amor. Es una espera dolorosa animada sin embargo por la felicidad creciente de la esperanza.

Creo que muchas veces no nos damos cuenta de la trascendencia de cada acto de hoy para el porvenir eterno, velado a nuestros ojos, pero del que tenemos suficiente conocimiento si queremos acogerlo en nuestros cálculos de cada día y pensar que "sólo una cosa es necesaria", como le advierte Jesús a María en su casa de Betania.







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