Si el hombre no ha sido hecho para la santidad, ¿qué sentido tiene?




Se habla de tantas cosas, que a veces se nos olvida para qué estamos aquí, distraídos como estamos con las noticias de "última hora", como si en ellas viviera la clave de nuestra existencia. 

En primer lugar, estamos aquí para "multiplicarnos y llenar la tierra". Este sencillo cometido está inscrito incluso en nuestra humana naturaleza. Se su cumplimiento depende nuestra supervivencia, a veces se pierde de vista, porque hay otras tantas cosas que hacer. ¡Y eso que no va en ellos nuestra permanencia en este mundo! Incluso las regiones más pobladas, como sería el caso de China, los jóvenes casamenteros, deben salir de su país en busca de esposas porque no encuentran mujeres para contraer matrimonio. Vietnam es uno de esos destinos, debido a la política desde tiempos de Mao, de tener uno solo hijo por familia, y dadas las cosas así, los matrimonios eliminaban a los nacimientos de no varones, pues iban a ser más rentables para el futuro. En la actualidad, todavía se arrastra este déficit impuesto por una decisión de frenar el flujo natural de la vida.

Si se mira ahora la situación de los países desarrollados, la mayoría de los europeos, han sucumbido al espejismo de que "la familia pequeña vive mejor". En el fondo es una propuesta envenenada. En muy poco tiempo hemos visto las consecuencias: los jubilados, por ejemplo, no van a poder disfrutar de un merecido retiro, pues no hay suficientes jóvenes en el mercado de trabajo de donde obtenerse las sumas crecientes necesitadas para quienes dejan la profesión por la edad, cada vez más longevos y con la necesidad de seguir recibiendo las pensiones debidas durante su retiro. Se echan de menos las ayudas a la natalidad, que siempre solían estar presentes.

Otro aspecto de esta reducción de la natalidad, se centra directamente en la falta de vocaciones para la vida sacerdotal y religiosa, y la falta de atención espiritual cuando se requiere ha traído consecuencias morales graves, de gran calado, para las personas  y la  cultura de los países, contribuyente al resurgir de una mundanización silenciosa y creciente en todos los ámbitos de la sociedad civil y mercantil.

El hombre fue creado para ser feliz, en esta vida y en la otra, siguiendo los lineamientos de la "ley natural", ayudado por la gracia. Traducido al romance, eso significa que no hace falta retirarse al desierto para alcanzar la santidad, sino que todo el mundo puede optar a ese fin. Este es el sentido de la vida; se ahí nace la alegría de vivir. Nadie ha sido creado para condenarse.

Conviene repetir estas ideas, porque con tanto ruido hoy en las comunicaciones diarias, donde cada quien dice lo que le parece bien, aunque no tenga fundamento alguno, la gente se olvida de estos principios o, con el tiempo, a base de oír otras cosas, deja de lado lo principal, y quienes controlan las redes sociales jamás avisarán  del descamino; al contrario, de repente puede aparecer en los mensajes recibidos, uno, que le advierte de haber  repetido una idea en los últimos años.

Que vaya al desierto o a La Vegas a quien bien le parezca, pero eso no cambia el sentido de la vida, porque no e su verdadero fin

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