Quitar la vida en Nueva Zelanda como regalo de Navidad


Los cuentos de Navidad se inventan en el siglo XIX. El de Charles Dickens abre la puerta a una serie de historietas relativas a esta época del año, donde los corazones se gozan de una especial manera. De hecho, la narración de Dickens se        titula 
Una historia de Navidad.

La tacañería y malos modos llaman a la generosidad, atraída por visiones de personajes encadenados para siempre a su pasado de mezquindad, y alientan a Ebenezer Scrooge a cambiar el rumbo de su vida, cosa que logran justo en ese tiempo de celebración navideña.

La actualidad de este cuento radica en las carencias de todo tipo destacadas en personas como nosotros, algunas muy cercanas, que no tienen, como se suele decir, donde caerse muertos, bien por la pobreza, por la enfermedad, o por la soledad. La generosidad no se entiende, por ejemplo, en Nueva Zelanda, donde se ofrece la muerte sin sentirla y sin sentido (eutanasia), a quienes sufren sin remedio ---de acuerdo a algunos doctores--- del virus de covid-19. La eutanasia ya se había aprobado antes, en 2020, mediante el voto de los ciudadanos. Pero, ahora, se da una paso más: un afectado de covid, si se siente mal, puede solicitarla.

El regalo de la muerte en tiempo de Navidad es de lo más horrible que se puede pensar. Y estamos hablando de un país "civilizado", avanzado en todos los sentidos, excepto en  moral, en el respeto debido a toda persona, cuyo comienzo está en el cuidado de la vida.

Eso sí: para proteger la vida, se va a prohibir el tabaco a los jóvenes.


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