Pandemia y santidad (¿calidad de vida?)


Muchos se preguntan hasta el día de hoy, que quiere Dios con esta pandemia, devastadora como es, donde resulta difícil beneficio alguno.

Llevamos ya dos años hablando de vacunas, de remedios para inmunizarse de este mal. En algunos países ya se han aplicado dos dosis y una tercera como refuerzo de las anteriores. Y, sin embargo, hay personas que han contraído el virus a pesar de haber recibido las tres aplicaciones. Es decir, no existe la inmunidad absoluta.

Este fenómeno de la pandemia, nos viene que ni pintado para entender un poco la situación del hombre sobre la tierra. En el Paraíso terrenal, Adán y Eva, nuestros primeros padres, sucumbieron mortalmente ante la propuesta del Maldito. La infección era mortal y, además, se iba a transmitir de generación en generación. Nunca en  la historia iba a darse un virus tal letal, sin remedio.

El hombre, no sabía, no podía inmunizarse y evitar la corrupción eterna de la naturaleza humana. Estaba irremediablemente perdido, frente a un "virus" más allá de las fuerzas de su naturaleza.

Pero, es en este momento, que se vislumbra el remedio, imposible para el hombre, pero posible para su creador. Dios en persona, vendría a conferirle una naturaleza capaz de curar, de inmunizarle para siempre, si realmente así lo quisiera, por medio de la gracia.

El virus, visto así, es el equivalente al pecado. Infecta, contagia, corrompe. Cuando se habla de corrupción generalizada se significa ese contagio a todos los niveles de la vida donde se echa a perder la calidad de las relaciones humanas. Sin embargo, hay remedio. Hay que vacunarse porque hay vacunas. Pero no faltan, en cantidades crecientes, que no creen en el remedio, tal como manifiesta el tenista  serbio Novak Djokovic, pues no cree en el remedio. 

Sucede lo mismo en el aspecto moral: hay quienes dicen que no creen en el pecado. Por  tanto, enseñan lo falso porque no se cree en lo verdadero, y lo malo porque nadie ni nada es bueno. De esta manera, la confusión a nivel doctrinal y moral o práctico  se propaga sin cortapisas desde la niñez, y se abandonan las buenas costumbres de antaño. La sociedad se corrompe en sus leyes, en sus juicios, en sus aplicaciones. La desigualdad reinante en tantos países no es sino el resultado de  corrupciones sin cuento.

Los sacramentos son los dispensadores ordinarios de la gracia. El pecado, el virus moral, se cura en la Confesión, y el refuerzo para remediar los contagios se adquiere en la 
Eucaristía. Por eso ha habido, y hay todavía, una encarnizada lucha en contra de estos remedios, desvirtuándolos en su esencia y en su eficacia. 

Por consiguiente, la pandemia moral, cunde. Por una parte se ignora el mal; por otra, se desacredita el remedio. El resultado está a la vista de todos. La mentira, la violencia y la corrupción campan, y se les quiere poner remedio con mentiras mayores o ideologías, con guerra y conflictos y con perversión.

¿Quieres calidad de vida?












Comentarios

  1. No dejes que Cristo sólo pase!!!
    Acércate a Cristo !!!
    Enamórate de Cristo !!!!
    VIVE EN CRISTO !!!!

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