¿Qué quiere oír la gente? ¿Es verdad?






Escuchar la música de Bach en la penumbra de una sala al atardecer. Sin ruidos. Desconectados de las redes sociales. Sin otro afán que ir recorriendo las páginas de un pensador filosófo que va exponiendo amablemente las carencias y los aciertos de ciertas formas de ver el mundo. Así la música cuela por dentro. Ya se ha hecho de noche en una tarde  invernal templada.

Pero, ahora mismo, la gente quiere escuchar alguna buena noticia sobre el fin de la pandemia, pero solo emergen opiniones llenas de incertidumbre. Y de este modo de encarar la situación, ya llevamos casi un año. Acuden a las iglesias en busca de consuelo, pero muchas están cerradas, debido a las severas condiciones impuestas desde los foros de la política; asimismo se han cerrado las puertas de familiares y amigos por miedo a contraer un contagio con una cepa cada vez más extendida y con acentos más agresivos. No se publican estadísticas de depresiones ni de suicidios, ni de su relación con la pérdida del empleo, con el aislamiento social y con la falta de recursos económicos.

Y los noticiarios del mundo entero solo cuenta noticias cuyo relato oscila entre mal y peor. ¿Acaso son verdad todas estas calamidades? ¿No habrá por ahí siquiera   una noticia buena en algún resquicio de la tierra? ¿O acaso esa noticia buena no quiere ser escuchada por alguna razón?

La mejor noticia de la ávida en cualquier época consiste en apreciar la vida. Estamos vivos. Esta es una gran noticia en sí misma. Pero averiguar la razón de nuestra presencia nos da el motivo de la alegría. En primer lugar, estamos llamados a permanecer para siempre, aunque por un momento la muerte se cruce en el camino. Hemos sido llamados a la vida por el amor de un ser cuya esencia es el amor mismo. Esto significa que hemos sido "queridos", no somos fruto de un accidente, sino para multiplicarnos sin cálculo. Y como el verdadero amor nunca languidece ni se acaba, nuestra existencia se prolongará por siempre.

Las malaventuras de esta vida son consecuencia del mal. No fuimos creados así, pero al desobedecer al creador, se nos vino la muerte encima, pero fuimos rescatados por él mismo a un gran precio. Entonces, nos dio un nuevo mandato, y si perseveramos en él, llegaremos con bien hasta el final. Ese mandato no es sino una prolongación de sí mismo. Como él es amor, no se le ocurrió otra cosa que pedirnos que le queramos y nos queramos. Así es feliz y lo seremos también nosotros.

Por eso el amor lo es todo en la vida, para el creyente y para quien no lo es. Cuando falta el amor la vida de cualquier hombre se trastorna y se desquicia al salirse del único gozne que le da sentido.

El hombre no es un becerro, y se le ha dado la libertad para elegir el camino que conduce al fin "porque quiere". Elegir el camino de la verdad es siempre una ventaja.






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