Paseando al perro y nuevos amigos





Como en el poema de Lorca, "eran las cinco en punto de la tarde". Pues bien, alrededor de esa hora un muy amigo conocido suele sacar su perro a dar un paseo por las calles de su entorno. Claro, el can se pone loco de contento, ansioso, se poder salir a dar una vuelta, atada la correa a su collar.

El recorrido suele ser el mismo, y dura de 15 a 20 minutos. Lo interesante de esta vuelta suele ser el ir coincidiendo con algunos vecinos, a quienes se va conociendo mejor. Por ejemplo, hay un dueño de un taller de reparación de automóviles. A base de pasar junto a casa, junto al jardín de una rotonda, se comenzaron a saludar. Ahora, ya intercambian algunas palabras cuando se cruzan en el camino. El va siempre en una silla de ruedas, y tiene un vehículo especial para poder subirse y marchar al trabajo. No tiene familia,  se muestra resignado con su suerte. Mi amigo espera poder entablar una conversación más a fondo con él, y decirle que la vida de todo hombre tiene sentido, también la suya, a pesar de su invalidez. En fin, se trata de seguir encontrándose y esperar a ese encuentro más a fondo.

Otro de los encuentros se suele dar con un conocido de antaño. Tiene 90 años, y su esposa algunos menos. Él suele esperar paseando delante de la puerta de su casa hasta la llegada de mi amigo con el perro. Aunque limitado en su visión, espera a oír el grito de mi amigo llamándole por su nombre. Al verse  solicitado por su nombre, se alegra y comienzan a hablar de los asuntos de familia, de la Navidad ya cercana, del estado de la esposa, también con problemas en sus ojos. Ella se da cuenta, sin embargo, cuando se junta su esposo con el amigo, y se alegra y da un saludo por la ventana. También le perro ya lo conoce, y juega con él y, contento, se deja acariciar. Son un matrimonio de fe, y esperan lo que Dios quiera para ellos, con serenidad, ocupando sus días en los menesteres del hogar. Ya no pueden ir a la Iglesia y se alegran cuando les llevan la Eucaristía a su casa.

De regreso a casa, uno de los vecinos, conocido de vista, siempre tiene un coche muy elegante a la puerta de sus casa, y, de vez en cuando, alguno de los mozos, le da una pasada para mantenerlo impecable. Ahora con este problema de la "pandemia" del virus "chino", como le suele llamar el presidente Trump, muchas personas trabajan desde su casa. Este vecino, también. Y le ha llamado la atención a mi amigo, que este señor suele esperarle a su paso por debajo de un gran ventanal, para ofrecerle un saludo agitando su mano.

A veces, esto es lo más que se puede hacer en miedo de este confinamiento. Ya vendrán tiempos mejores, sin duda. Y se podrán establecer contactos más íntimos y conocer las metas de estos personajes que, cada uno a su manera, espera la Navidad, y el saludo de quienes ya se sienten amigos de paso. 

Hay quienes echan de menos a un segundo perro, un "cocker spaniel" de 16 años, longevo para los estándares de esta raza. Falleció hace mes.

Y como los Magos de Oriente, podemos decidir  volver a casa "por otro camino", el que nos acerca al fin para el que fuimos creados, cada uno el suyo. Pero hay muchas maneras de encontrarse con la gente, aunque sea paseando perros.


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