"Escucha": es el grito divino a su pueblo; pero, ¡hay tanto ruido!


Tú porque has visto, has creído, se le reprocha al apóstol Tomás. Es decir, se puede llegar a la fe a través de los sentidos. Por eso, después se añade un matiz esencial: Dichosos los que sin haber visto, han creído. Es decir, hay más caminos para llegar a creer. Ahí está el oído, para oír, para escuchar, una demanda muy clara desde los tiempos de Moisés, cuando de manera imperativa, Dios grita al pueblo judío: Shema, ¡
Escucha, Israel!, pues era de "dura cerviz", tozudos, incrédulos, reacios a la apertura interior que acoge lo venido de fuera, no porque sí, sino por la autoridad de quien lo dice. Quieren "ver", espectáculo; no "creer".

Quizá este es uno de los pasajes más reveladores del Nuevo Testamento para entender el mundo de hoy, siempre en busca de "novedades" y de algo tangible, más y más sensible conforme se va apagando la fe

La Navidad, que ya viene, es un buen ejemplo de esta disposición hacia lo material. Las decoraciones y luces de estas fechas, están bien siempre que no se apaguen las luces de la fe. Por ejemplo, el interior de la Casa Blanca, en Washington, se ha convertido en una demostración forestal de árboles iluminados por todos los pasillos y estancias de la residencia oficial del Presidente de Estados Unidos y su familia. Todos esperamos que tantas luces sean una manifestación de esa esperanza en la venida del Señor.

Los "centros comerciales" están también a la espera de clientes para hacer su agosto en diciembre, pero son muchos los inconvenientes para acercarse a ellos.

Quizá nos sirva esta "pandemia" para entrar un poco más en la Navidad, y acabar descubriendo su significado en la contrariedad y el dolor de la "soledad" de muchos. Ahí, en el silencio podríamos acercarnos mejor a la cueva de Belén para contemplar el Nacimiento, a los pastores y  a los Reyes. Es el amor que pasa..

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