Se habla de derechos, pero se silencian los deberes

 


Proliferan los grupos. En cada esquina del mundo surge una informe reunión de personas reclamando algo, lo que sea, ante quien sea. Aparecen y desparecen como por ensalmo, aunque no faltan quienes se quedan un rato o una temporada.

Siempre hablan de derechos y en su nombre perpetran toda clase de dislates. Pueden pintarrajear  las paredes, romper los cristales de una tienda, gritar, quemar lo ajeno y taparse la cara para no ser detectados por las cámaras.

Hay un pero, sin embargo. Nunca hablan de los "deberes" que deben cumplir como padres, hijos de familia o simplemente como ciudadanos, profesionales encargados de velar por el bien común de la sociedad  donde viven. Sólo presentan reclamos malhumorados que pueden llegar a la agresión o incluso la muerte de quienes les salen al paso. 

No hablamos de los grupos terroristas o narcos distribuidos en línea desde donde se produce la droga hasta los puntos de distribución y venta. Hablamos de pandillas, en su mayoría de jóvenes, cuyos "derechos", según ellos, se han violado por alguien:  políticos, gobernantes, etc.  y simplemente, se organizan de alguna  manera para conseguir dinero en efectivo obstaculizando el paso de vehículos y transeúntes si fuera el caso.

Fue Benedicto XVI quien, en  su carta Encíclica  Caritas in veritate,  menciona que la "exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes" (n. 43). Esta idea, en mayor o menor medida, refleja los acontecimientos actuales. Nadie quiere hablar de ese aspecto moral que todo actuar encierra, y se evita hablar y enseñar de ella en la educación de la familia y de la escuela. Es más cómodo el "relativismo", lugar a donde nos ha llevado la democracia mal entendida, lugar apto para todas las corrientes del pensar y del obrar, y para lograr se suprime ese principio moral que no restringe la libertad, y orienta las acciones a su verdadero fin


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