Tres padres: ¿Avanza la ciencia?

Si lo que antes se podía hacer entre dos ahora se necesitan tres, en toda tierra de garbanzos se ha dado un paso atrás.

La prevención de enfermedades, el deseo de unos padres que no podían concebir, la utilización del embrión para curar a otros pacientes que no sobrevivirían  por sus medios, todo, todo esto, es aplicar en la práctica un principio que moralmente es inaceptable: el fin justifica los medios.

Lo peor de todo este despliegue es que quienes así obran y quienes lo aprueban ya lo saben. No pretendemos enseñarles nada nuevo. El incrédulo no es quien encuentra dificultades insuperables para afirmar lo que no enseña la fe; no, el incrédulo es quien no quiere creer.

Por eso, la falta radica en la voluntad, no en la inteligencia. La oposición de la Iglesia a los avances de la ciencia es nulo. Se ha explotado el caso de Galileo hasta la saciedad, y ni siquiera conoce  quienes lo usan como signo de intransigencia secular de qué se trataba.

Ahora, con el "logro" científico de recurrir a tres padres por la conveniencia saludable de los padres llamados a serlo, se le quiere achacar a Iglesia que la razón para oponerse, en parte, radica en que se "destruye" un embrión. 

En realidad esto no es cierto. Lo que la Iglesia aclara, porque nuestro Creador lo ordenó desde el principio, es que el acto conyugal tiene que ser "unitivo y procreativo". Por consiguiente, antes de que comience la destrucción de óvulos y la secuela artificial que implica el procedimiento, se mantiene que la unión de un hombre y una mujer, es la manera, la única manera, de seguir el plan de Dios.

Cuando uno se aparta de este camino, las aberraciones empiezan a darse en nombre de la ciencia y de un acto de conmiseración con los cónyuges que encuentran dificultares para procrear.

Ni qué decir de la fortuna necesaria para aplicar uno de estos procedimientos artificiales. Pero, luego nos pedirán, en nombre de la "igualdad" que la seguridad social del país cubra estos coste.


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