¿Se acaba el tiempo?

El fin de los tiempos está cerca. Algunos lo dicen…desde hace dos mil años. En el Apocalipsis de Juan, en los últimos párrafos, el ya anciano “hijo del trueno”  en su juventud, transmite lo que ha recibido al concluir el siglo primero: “No pongas en lenguaje cifrado los mensajes proféticos de este libro, porque el tiempo está cerca”. Es decir, habla claro, sin doblez.

Y añade, insistiendo en la cercanía de su venida: “Voy a llegar pronto, y llevo conmigo el salario para dar a cada uno conforme a su trabajo”. “Sí, estoy a punto de llegar”.

La puertas de la ciudad están a punto de cerrarse para los “depravados (perros, en otras traducciones), hechiceros, lujuriosos, asesinos, idólatras y mentirosos. Parece la definición de algunos políticos y financieros de postín.

Si lees estas líneas, todavía estás en el tiempo y podrás “lavar tus ropas” para tener acceso al “árbol de la vida”.

Ante estos mensajes “apocalípticos” de verdad, sólo caben dos posturas: que todo se trata de un cuento chino, con lo cual puedes echarte a la sombra de tu complacencia. Pero, si es verdad,  y no se trata de habladurías, tal vez convenga irse preparando por si lo que está a punto de suceder, sucede.

En fin, la mañana otoñal está radiante. Nada hay en el horizonte que amenace la calma reinante. La temperatura, óptima. Tenuemente se escucha el vals del Danubio.

Y  las partículas sin masa viajan, teóricamente, por encima de la velocidad de la luz. Hace falta que crucen el campo del amor, para que, tengan peso específico, como en el paradigma propuesto por  Higgs.



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