¿Negocio o libertad?



Amancio Ortega, Carlos Slim, Bill Gates, Warren Buffett, no necesitan presentación.







¿Son incompatibles el negocio y la libertad? Se lo podríamos preguntar a cualquiera de estos cuatro personajes.

A primera vista, se puede incluso llegar a decir de la libertad como algo necesario para el negocio.
Pero, desafortunadamente, no es así.

Tal como funcionan las cosas hoy, la "corrupción" ocupa cada resquicio de la actividad humana. En cosas tan importantes como la recepción del sacramento de la eucaristía, se forman largas hileras para recibirlo.

Viene a la memoria (siempre está ahí, al acecho), aquel diálogo imaginario mantenido entre el papa Juan Pablo I y un sacerdote medieval. Éste se quejaba del escaso número de comulgantes, a pesar de las largas colas para confesarse. Había un exceso de respeto. De esta observación, el papa Juan Pablo I, en su libro Excelentísimos señores, se vale para resaltar cómo en  su tiempo ocurre al revés: muy pocos se confiesan, pero casi todos comulgan, y me preocupa más esta pauta, decía el Papa, que la del medioevo.

La libertad, lejos de mirar al bien y a la verdad, necesarios para cualquier paso consecuente a dar en el trabajo intelectual y en la actuación profesional de las personas, se ha convertido en libertinaje, es decir, un hacer lo que "a uno le viene en gana". Y la verdad, según hemos discurrido en otros posts, resulta del acuerdo entre quienes piensan de la misma manera.

Por tanto, recorrer el camino de la conveniencia personal sin saber a dónde lleva, aunque proporciones pingües beneficios nunca será un negocio, pues el fin no queda claro (ni importa) y se justifica con los medios. Además de ideas, planes y acción se requiere de ética. No como un pastiche pegado en el exterior, sino diluida en toda la masa, de principio a fin.

En efecto, la religión (no cualquiera) podría poner los puntos sobre las íes en los referente a las formas de pensar y de obrar con rectitud. Pero, una vez más, la debilidad de los valores familiares en la enseñanza y práctica exigente del bien, la falta de sustancia en las tareas educativas para descubrir la verdad, y el desinterés general por el bien común, hace del cuartel general de los negocios una cueva de ladrones (como decía el obispo de Hipona), esquilmando a diestra y siniestra.

Sólo una cosa es necesaria: desarrollar el negocio por los caminos de la libertad.






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