La izquierda, sin rumbo; la derecha, sin verdad.

Se dice de la falta de rumbo en la ideología izquierdista.

Cuando las cosas empiezan a mejorar (España, Estados Unidos, Argentina...), la izquierda no sabe por dónde ir. Entonces, arremete contra las personas. Siempre ha sido así, y seguirá siendo.

La derecha, sin embargo, por el contrario, si los programas comienzan a funcionar, despliega su cola de pavo real y se le ciega su visión. Ve sólo los colores. ¿La verdad?: ni siquiera piensa en ella. Si bien la belleza es un destello de la verdad, al embobarse con el color, se pierde de vista lo real.

Lo real sigue siendo el hombre de carne y hueso. Ese hombre, persona, que va desde la concepción hasta el final. Ese dar gracias también, al Señor y dador de vida, sin esconderse, sin dejar que las faltas de respeto al Señor, cundan por falta de entereza.

Por eso el "centro", sin pensar, sin pensarlo, se cuela entre los extremos. Además, cuesta mucho limpiar la imagen de las torpezas cometidas durante tanto tiempo por los partidos clásicos. Resulta más fácil enrolarse a "nada" o a lo que conviene en un momento determinado. Se proclama la libertad total pero luego se ve obligado a enclaustrase en la ideología de un partido.

La "libertad total" es una consecuencia del relativismo práctico. Al desechar todo saber absoluto, cada quien es "libre" de pensar y obrar como quiera. Estamos viviendo  aquello de que el "hombre inventa al hombre". Puede ir eligiendo lo que le gustaría ser, sin dar explicaciones a nadie.

Esta postura, cultivada, se carga de "valentía" y se muestra en las calles para "reivindicar" sus elecciones cuando contrarían a los demás y, así, manifestándose en público se reafirma en la conducta elegida al ver el estupor circundante de un sistema educativo, de unos padres, que se preguntan en dónde han fallado al ver esta "degeneración" de las costumbres.

Frente al hombre es lo que es, por esencia, se plantan quienes no quieren ser lo que son. No hay forma de dialogar. Es el "ser no ser" de Shakespeare.