Las mariposas no vuelan en línea recta. Pero llegan.

No podemos dejar de admirarnos al contemplar la naturaleza. Montes,  llanuras y valles siempre iguales y distintos.

Y en todo ello, aparecen mundos insignificantes, aparentemente, sin pretensiones por destacar por encima de los demás. El león o el elefante no hacen alardes de fuerza. Mucho menos la mariposa.

Esta criatura impresiona más cuanto más se conoce de ella. No mete ruido alguno, parece estar siempre de paseo, sin prisa en llegar a alguna parte. Va de compras, libando casi sin detenerse, entre conjuntos de flores, y toma sólo lo necesario para continuar un vuelo más.

Nunca vuela en línea recta. Parece coquetear en el aire aunque nadie la mire, exhibiendo sus alas de color llenas, con figuras siempre distintas, protegidas por un polvo delicadísimo, y listas para emprender rutas de miles de kilómetros, desde el sur de México, por ejemplo, desde Michoacán, hasta Canadá.

Y no llevan equipaje, ni un bagaje adicional siquiera, para alimentarse o satisfacer alguna necesidad de su frágil y diminuto cuerpo, durante el viaje sostenido durante meses, a una velocidad constante, sin prisa, nunca en línea recta, pero sin perder de vista el fin.

Acostumbrarse a su paso, sin alharaca alguna, sin perturbar a nada ni a nadie, en silencio, merece una reflexión en estos días de vacaciones estivales, donde miles de personas buscan la manera de salir de las estaciones y aeropuertos, esperando durante horas, la suerte de lograr instalarse en su asiento. O, desplazarse en siempre en línea recta carreteras infestadas de coches, deambulando durante el día con la esperanza de alcanzar la meta antes del anochecer.

Las mariposas llevan recorriendo el mismo camino desde hace miles de años. Quizá por eso no se pierden y van transmitiendo su  experiencia a la generación siguiente, sin GPS, sin un lenguaje perceptible para nosotros. Los animales, claro está, carecen de lenguaje, no discuten entre sí porque no tienen razones para esgrimir. Pero saben a dónde van y de dónde han partido.

Deberíamos aprender, por lo menos, de las mariposas. El hombre de hoy tantas veces, no sabe ni quién es, ni de dónde viene, ni a donde va. Se mueven sin saber. Queriendo acaparar cosas, a sabiendas de no poder llevarlas consigo al atardecer de la vida. Buscan con frecuencia dominar unos a otros, con violencia.

Estas pautas llevan a la muerte, sin duda. Pero se abandonan las pautas de la vida. Se quiere avanzar en línea recta. Para llegar deprisa a ninguna parte. La línea recta sólo se da en geometría y en las autopistas norteamericanas.

Los caminos de  vida, sin embargo, suben y bajan, avanzan y retroceden, aunque sólo sea en apariencia. Al aceptar la fe se obtiene siempre un conocimiento. Se sabe quién se es, de dónde se viene y a dónde se va.





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