¿Cambiar el mundo? Sin bondad, difícil.


Se trata de fincar la siguiente teoría: una verdad dicha sin bondad, no prospera.

¿Y qué ocurre entonces con el mal? Ocurre lo mismo. El mal se suele  disfrazar de bien. De ahí su éxito. Pero esto no es todo. El mal además embadurna el bien "como" si fuera mal, y de esta manera resulta poco o nada atractivo.

¿Se le puede vencer al mal? Sí, con "abundancia de bien". Se requiere, además de "querer" hacerlo, saberlo hacer. Es así cómo se descubre la unión de la inteligencia, encargada del conocer, con la voluntad, en su dirigirse al fin, con intencionalidad, sin dejarse llevar por los impulsos, instintos, gustos tendencias. Vencer todas estas pendientes implica una ascensión costosa, pues "la solución está en la cumbre" (solvitur in excelsis), como bien saben los alpinistas y quienes practican la "virtud".

El proceso del "conocer" para adquirir la verdad es largo: se trata de  una búsqueda ardua. Muchos se cansan; otros, viendo el esfuerzo requerido, ni siquiera lo intentan.

Estos procesos explican, en parte, la apabullante victoria del mal. Sin embargo, el triunfo del mal es tan solo aparente. Se requiere pasar el umbral del tiempo para ver la realidad sin máscara alguna. No se puede imaginar siquiera la persistencia de la falacia de equiparar bien y mal, después de descubrir el peso de las obras y la intención de quienes las ejecutaron.

No pesan lo mismo  las obras del  bien y las del mal. Éstas pesan como el plomo y arrastran; aquéllas conducen a las alturas.

Al final, porque hay final, cada quien se situará en donde ha querido estar. El hombre es el único animal que actúa por "razones".




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