El hombre propone y Dios dispone


Lo sabemos de memoria, pero...

Sabemos que Dios quiere salvar a todos los hombres, sin excepción alguna. Sabemos también que jamás, quien es bueno, permitiría que nos ocurra algo malo. Sabemos que dio la vida por cada uno de los hombres.

Pero, no queremos oír su voz cuando llama, ni hacer caso a las indicaciones que nos acercan a él. Por si fuera poco, él ha dispuesto que cada hombre tenga un ángel custodio que lo guarde y lo cuide, y cuando desnudo estaba a punto de morir en la cruz en la que estaba clavado, nos dio lo único que le quedaba: su madre, María.

Para confirmar este querer cuyo, se queda para siempre con nosotros en la eucaristía de modo impensable y único, y deja su presencia en el sacramento de la confesión para seguir perdonando todos los agravios  contra su persona después del bautismo. 

¿Qué más podemos pedir? Cuando no salen las cosas como nosotros queremos, nos enfadamos y pensamos que nadie que no quiere permitiría tal cosa. 

Estamos tan embebidos en nuestras tareas, siempre irremplazables, que se nos olvida que quien nos dio la vida nos asiste en cada momento para nuestro bien, es decir, para hacer su voluntad, camino seguro de la felicidad.

Luego, tenemos una legión de personas como nosotros que, habiendo vivido una vida como la nuestra, con altas y bajas, están gozando algunos desde hace siglos de esa felicidad prometida y están todos pendientes de que se cumpla también en nosotros la promesa de la cual ya gozan ellos.

Contra menos capaces nos veamos, más se abajará eu corazón para llevarnos a donde debemos estar, de acuerdo con su querer.


























 

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