Al mentiroso, cuando dice la verdad, no le dan autoridad


Sin duda, tenemos un mundo 
revuelto, en parte debido a las versiones encontradas acerca de puntos concretos. Por ejemplo, díganme si no qué ocurre en Gaza y en Israel. Mientras una parte del mundo ya ha reconocido a Palestina como un estado, otras naciones no cesan de enviar armamento al pueblo judío. Y dependiendo a quién lea, tomará su posición en esta guerra sin término. No se sabe a quién creer.

Otro tanto se puede decir de la guerra entre Rusia y Ucrania. Los jefes de Estado de estos dos países no se cansan de visitar a otros presidentes en busca de aliados y de recursos, pero nunca queda claro la causa de esta lucha de casi tres años que ha causado la muerte a miles de ciudadanos. La muerte de inocentes es la única versión diaria de los acontecimientos  que nos deja confundidos y pesarosos.

Si pasamos la noticia a otro nivel, tenemos al presidente del gobierno español Pedro Sánchez a quien apenas le queda autoridad cuando se dirige al Parlamento o se pronuncia sobre un asunto concreto en los media. Ha perdido simpatizantes y credibilidad  debido a las versiones sin cuento narradas en las tribunas donde aparece.

Algo similar sucede con el presidente de Venezuela Maduro. Sus versiones grandilocuentes no explican por qué  más de ocho millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos años, un país donde hace unos años daba gusto visitar y hablar con cualquiera. Ahora no es así, y las versiones presidenciales no cuadran con los relatos de los ciudadanos.

Ya no hay verdad en la política ni en muchos otros lugares donde es necesaria para la convivencia social y la unidad. Cuando faltan estos detalles esenciales, el diálogo se enturbia y nacen  los ataques personales en vez de ir decididamente a ls verdad de la situación. 

Estos días se están viendo las caras en las Naciones Unidas de los principales jefes de estado, y al final de los discursos, con más o menos aplausos, se ve cómo la ideología ocupa el lugar que correspondería a la búsqueda de la verdad.

Entonces, la autoridad de los representantes de las naciones se anubla y todo se convierte en una cuestión de fuerza donde, sí, se puede decir lo que uno piensa, pero los ánimos se decantan por la espera de concesiones de parte de aquellos a quienes se favoreces en sus discursos.

En fin, la autoridad, que es la aceptación de lo que dice o mantiene una persona, se está perdiendo, va ganando más espacio, los caminos de la confrontación. Y bajo estas circunstancias, al mentiroso no se le cree aunque diga la verdad.







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