Adecuarse: a los demás, a las cosas


El hombre es un ser en relación. En l
a forma de relacionarse está tanto el amor como el conocimiento. Sin la relación de estos dos aspectos, el hombre seria una piltrafa, una cosa más que se usa y se tira. Pero no, el hombre es una persona.

El amor no es sino un adecuarse al otro en lo que le sirve para alcanzar su fin. Es entrega positiva algo así ocurre con el conocimiento: es el resultado del entendimiento adecuado a la cosa. Es decir, un darse para comprender.

Cuando decimos que Dios es amor, nos referimos a esa capacidad de entrega, de abajarse a las "creaturas" de acuerdo a lo que son. Para él, conocimiento y amor son una misma cosa. Te doy para que seas capaz de ser. 

En este sentido, somos imagen de quien nos crea. Y el que nos crea quiere que seamos según su conocimiento. En esa forma de adecuación  se da la felicidad. Es decir, en ser, en llegar a ser, lo, podríamos decir, planeado por  la sabiduría. 

Entonces, dejarnos llevar, como se suele decir, por la mano de Dios consiste en querer ser feliz, siendo lo querido por él. No encontramos una persona humana más perfecta que María, la madre de su Hijo, reflejado en su conformidad con con el anuncio de ángel Gabriel: Hágase en mí de acuerdo con el plan divino. Fiat significa dejarse llevar por quien nos ha querido que seamos perfectos. La perfección no la encuentra el hombre a su antojo, sino sólo haciendo su voluntad. 

Pero nos cuesta fiarnos, nos cuesta decir lo que Jesús recomendaba a la polaca Sor Faustina: En ti confío. 

Por eso, en el origen de las guerras, de las desavenencias familiares y sociales, hay un desorden en plan previsto por quien nos ha puesto aquí para ser felices, debido a una voluntad despegada de la divina.

Quizá decir fiat  no consiste en pedir un coche de manufactura italiana, sin  la forma más perfecta de amar en la tierra al Padre nuestro.


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