El que está en el lodo le gustaría meter a otro
Vale mucho la pena cuidar las compañías. No todos los que encontramos en el camino son aptos para recorrerlo junto a nosotros.
Nos jugamos mucho en este trayecto de la vida. Recuerdo siempre la huída de Jerusalén de Celofán y su amigo para dirigirse a Emaús. Como saben, en el camino se les junta Jesús. Ya había resucitado y aunque ellos habían oído comentarios al respecto, desecharon su verdad porque les parecía algo increíble.
Al juntarse con el caminante, les sorprende con la pregunta: ¿por qué estáis tristes? La alegría es la marca ineludible del cristiano, Ellos, replican: "¿Acaso no has oído lo que ha ocurrido? Y le cuentan el motivo de su tristeza. Su líder, Jesús, había muerto en la cruz, y ellos se retiraban a una tierra donde no se hablara de estos temas.
Jesús, les empieza a comentar los pasajes de la Escritura donde se anuncia de una y otra manera los pormenores de la vida y muerte del Maestro. Ellos se asombran al reconsiderar tales escenas y le piden quedarse con ellos porque se iba haciendo de noche. Jesús accede.
Durante la cena, Jesús parte el pan, y en su manera de hacerlo, lo reconocen, y desapareció de su vista.
Esta compañía en el camino les salvó la vida porque les hizo ver la verdad de situación, al pasar del desencanto a creyentes. El método de Jesús no les echa en cara sino les ayuda a descubrir la verdad en los textos del Antiguo Testamento.
Pero no todos lo encuentros con otros son así. Con descaro, le invitan a uno a pervertirse de mil maneras, diciéndole que se lo van a pasar muy bien, pero el resultado acaba siendo una revolcada en el cieno.
Vamos a estar por aquí cuatro días, y vale la pena estar limpios. La alegría es uno de los resultados de esta limpieza de alma.
Comentarios
Publicar un comentario