Guardóse de la mosca y comiólo la araña


Mosca atrapada en la red de la araña.



çLas triquiñuelas del diablo van más allá de la apariencia. Nos protegemos de una mosca rondando en el entorno, y entonces descuidamos una mayor amenaza de la araña encima de nuestras cabezas pues no la vemos por estar ocupados, distraídos con algo insignificante.

Rara vez el diablillo da la cara. Espera agazapado la mejor ocasión y nunca perdona porque no quiere entender el arrepentimiento del que él nunca quiso formar parte. 

Eso es todo. Arrepentirse es el modo de acercarse a quien hemos ofendido, no importa de que grado haya sido la ofensa ni el número de veces repetida.

Al ofendido, sólo le importa el amor, pues eso es él, persona divina. A Pedro no le pregunta cuánto, cuantas veces, con quién, sino únicamente si todavía le quiere. Eso es todo.

Con los humanos ocurre lo mismo. Cuando uno se siente amado, querido por un semejante, se perdona  todo, aunque a veces, débiles como somos, queda un resentimiento en el alma no tan difícil de olvidar. Pero perdón y olvido no necesariamente cabalgan juntos. Cuesta pero vale la pena. La voluntad y la memoria son entidades distintas, y así permanecen a no ser que le demos entrada en el camino al resentimiento. 

No vaya ser que caigamos en las ocho patas de la araña, mucho más nocivas que las de la mosca, que cuenta además con su telaraña y pica. 



 

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