Vamos despacio porque tengo prisa


En los tiempos que corren muchos parecen incapaces de caminar siquiera unos metros, o revisar un documento con pausa, o bien, saber qué hora es o en qué día vivimos.

Parecen dioses. En la esfera de lo divino no hay tiempo. Todo se ve en un instante a pesar de ls variaciones. Sin embargo, el hombre fue creado ocupando un espacio y, al recorrerlo, se da lugar al reloj, al tiempo.

Los monjes de antaño, y algunos de los de hoy, lejos de las prisas, se encierran en sus conventos con el fin de tener tiempo para todo. La campana del lugar les marca qué hacer en cada momento, y así, con orden, calmados, tienen tiempo para todo. Con serenidad pueden ir leyendo sus preces diarias y darle culto a creador divino. Ahí practican el ora et labora y cultivan la tierra tal como se les recomendó a la primera pareja del mundo, lista para crecer y multiplicarse, en un ambiente recogimiento, admirando cada una de las cosas creadas.

Tratar de seguir esas enseñanzas tras los muros de un convento lleva a una vida reflexiva, puntual, ordenada, teniendo siempre presente  quien les ha dado el ser, la vida.

Pero, hay quienes, sin apartarse de este mundo, desordenado, procuran realizar estos mismos fines en relación con los demás, haciendo un trabajo diario que les permite ganar un sustento, y, gracias a Dios por haberles dado la vida, devolviéndoles la gracia perdida por la desobediencia inicial de nuestros primeros padres. 

El cariño del creador por sus creaturas es tal que quiso hacerse hombre naciendo de una mujer sin el concurso de varón, trabajar y vivir como uno más en una aldea remota de Israel, para acabar dando la vida y vencer así a la muerte, dándonos de nuevo la esperanza de la felicidad eterna. 

En toda la mitología griega, por ejemplo, extensa, variada y fecunda como es, se puede siquiera de lejos ver una vida  vivida así. Tal es el amor. Un amor que no se encuentra en los amores vividos e inventados por los humanos en la tierra.

Este amor requiere ir despacio y guardar espacios de silencio para no olvidarse de estas verdades, aun en medio del trajín de la vida diaria, si de verdad queremos alcanzar la felicidad a la que estamos llamados, en relación con quien nos puso aquí, en la tierra, y junto a los demás que se van cuando con nosotros en el camino.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Imperio Británico no tiene amigos o enemigos: sólo tiene intereses

Las ventajas de ver lo bueno de los demás

Los medios tiran de la lengua...y lo publicarían en primera página si uno accede