Ni donde falta virtud la elocuencia es provechosa
Las palabras se las lleva el viento, es otra forma de decir que "obras son amores".
No se puede andar por la vida pretendiendo cambiar los males con hermosas palabras. Es la faena de muchos políticos. Hablan, se insultan, riñen, se cambian los datos del discurso con mejorías inexistentes, pero todo sigue igual...o peor.
Ocurre lo mismo con la vida personal. Se puede insertar en los pensamientos lo que conviene para no sentirse mal. Se dice luego a sí mismo lo conveniente de oír para decírselo a los demás, pero esos discursos malhabidos no cambian el interior de la persona, su alma, cu conciencia.
La manera de cambiar consiste en reconocer lo mal hacho, tratar de ver sus causas y fomentar el deseo de cambiar limpiando el interior. Luego, se ve el mundo y los demás de una manera cueva, y se les acepta aunque sepamos de sus errores. La palabra amable, delicada, suele ayudar a este tipo de conversiones. Pero ello no obsta para que, quienes no quieren, vayan a cambiar al oír estas sugerencias, por muy bien dichas que estén.
En este renglón, quizá uno se lao mejores, o el mejor, de la religión católica, es del sacraméntelo de la confesión, nacida de aquellas palabras del Maestro: "..a quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados", aunque fueran rojos como la grana.
Es una pena, una conquista diabólica, el haber suprimido este sacramento de otras ramas del cristianismo. Nadie, nadie en este mundo, puede decir a quien tiene la conciencia cargada de maldad: "Vete en paz".´
Por eso, la elocuencia no suple a la falta de virtud. Sólo Dios puede perdonar, y a los ministros debidamente ordenados para conferir el perdón en su nombre, pueden dar esta bendición, informada del más alto poder en la tierra.
Sólo así el alma descansa, y tiene fuerza para emprender una vida nueva. Tal es el caso del santo cuya vida celebramos hoy: san Agustín, hijo de una mujer heroica, santa Mónica, pudo transitar del maniqueísmo al neoplatonismo y, por fin, al cristianismo, con un hijo adolescente, a la santidad ejemplar de un obispo lleno de humildad y gracia para llevar las almas a Dios.
Es ejemplar la vida de este santo, tal como él mismo nos la narra son sinceridad en su libro Confesiones.
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