No hay licencia alguna que no cause algún desorden
La guerra no es sino el final de una serie de amenazas y provocaciones menores que quien se cree dotado de más fuerza alza la espada porque piensa que puede acabar con ellas. El que insulta primero se crece ante el ofendido, sin sospechar siquiera cómo será la respuesta.
Hay personas, familias y países enteros destinando al armamento lo indispensable para la supervivencia de una persona. Ver a quienes no tienen casa propia pasearse entre las ruinas de su ciudad debido a los ataques del enemigo, llena de congoja.
Parece que no queda en el mundo una figura don suficiente autoridad como para estimular el cese de operaciones devastadoras en todos los terrenos. Tardarán años para rehabilitar los sistemas educativos, base del crecimiento y desarrollo de los pueblos. Lo mismo se podría decir del trabajo. Y al faltar estos apoyos clave va a disminuir el matrimonio y el nacimiento de los hijos necesarios para sustentar el país.
Recuerdo al papa Juan Pablo II. Creo que fue le última persona capaz de la línea divisoria entre las dos lados de Alemania después de años de luchas soterradas aunque demoledoras. La paz conseguida facilitó en seguida la tranquilidad necesaria para iniciar un proceso de convivencia entre quienes venían a ser descendientes de la misma raza.
Permitir la búsqueda y consumo de recursos para facilitar la obtención de armamento es inicuo por facilitar y seguir el exterminio de semejantes. En el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania parece inaudito que un país como Rusia, quizá el mayor del orbe, y el más vacío, esté luchando por conseguir un minúsculo trozo de tierra de un vecino con fronteras de poca monta comparadas con las del vecino. Cualesquiera que se sean las razones ---hay muchas, y son fáciles de crear--- no se justifica la escalada de violencia de hace más de dos años.
Hay que valorar la paz. Hay que respetar al prójimo. Hay que gastar el bien común para aprender a convivir entre semejantes.
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