Cuando el diablo reza, engañarte quiere (ejemplo real al confesarse el diablo)
Recuerdo una anécdota diabólica que le sucedió en el confesionario al padre capuchino Pío de Pietrelchina...
Recibió a un señor de buen aspecto, de mediana edad, bien vestido. Al confesar sus pecados contra Jesús, María y los hombres el padre Pío no salía de su asombro al oír los gravísimos y repugnantes pecados y sus argumentos sofisticadísimos para defender los pecados confesados.
El padre Pío estaba pensando de dónde podría venir esta persona, y en un acto interior vio que quizá se trataba del mismo diablo. Entonces le dijo que alabara los nombres de Jesús y de María, pero el diablo desapareció al oír tal cosa.
Se desplomó en el suelo y desapareció.
Es decir, el diablo puede llegar a límites insospechados para salirse con la suya engañando. Jamás se puede entablar una conversación con él en alguna de sus tentaciones. Por el contrario, se debe acudir a la intercesión de Jesús y de María pidiéndoles ayuda para ahuyentar al maligno.
Nuestro corazón debe confiar en Jesús aunque todo parezca perdido. Recordaremos
cómo él mismo fue tentado tres veces cuando se retiró al desierto durante 40 días al comienzo de su vida pública.
Comentarios
Publicar un comentario