Con la vara que midas te medirán


No se puede andar en la vida como si fueras el rey. Incluso el rey, cuando la vida  se acaba, va a parar donde cualquier otro, bajo un trozo de tierra o aunque fuera bajo la roca fría de un mausoleo.

Nadie se escapa, ningún humano, de salir airoso en el momento clave de la muerte. Esta realidad se escenifica de modo magistral en algunas películas. De forma excepcional se ve en la obra de Ridley Scott, la  película Gladiator donde la trama es verdadera pero no los personajes épicos. Por ejemplo,  Cómodo no mató en la vida real a su padre Marco Aurelio, ni tampoco hay un  Máximo con quien se encara en una lucha personal, y ya llegado a  emperador  romano, causante de mil aberraciones y tragedias  acaba su vida en en las manos de un soldado, Máximo,  convertido en  gladiador. La muerte escenificada de Cómodo, delante de miles de ciudadanos romanos en el circo romano, supone un acto humillante a quien se burló mil veces de la vida de tantos ciudadanos. Este es caso de un hombre medido con la misma vara que él usó para medir a otros.

Pero sirve el ejemplo de una película para enmarcar ese actuar en  la vida con la vara de mando, rígida, sin amor por nadie, ambicionando su capricho personal a costa de la vida de los demás, sin importar su relación y cercanía.

No podemos andar por la vida sujetando quien se cruza por nuestro camino sin mirar, aunque fuera de reojo, la libertad de quienes de alguna manera se relacionan con nuestro quehacer, especialmente si esas personas dependen de nuestras decisiones.

Tenemos hoy abundantes ejemplos de intolerancia, carentes de diálogo constructivo, encaminada a destruir la vida y la hacienda de las personas que poco tienen que ver con los deseos de acabar con los semejantes, independientemente de su raza, religión y formas de vida.

Falta algo, o mucho, en una relación donde la vida se acaba con la guerra y la destrucción de vidas y hogares. Reconstruir ahora las ruinas de ciudades de Gaza o Ucrania, y calmar el temor de Rumanía y de otras naciones europeas amenazadas con la presencia de aeronaves rusas, sólo lleva a a destrucción, aunque parece que ahora se ha visto un camino, estrecho, para conseguir la paz  en las tierras palestinas y las de Israel. 

Va a ser difícil olvidar en medio de ruinas los ataques sin fin y sin contemplaciones  de familias desmembradas y sin un lugar donde asentarse. Hace falta la presencia de las oraciones pedidas por el papa León XIV para que nazca la esperanza en tantos lugares donde se ha olvidado que la paz es la "tranquilidad en el orden", un orden que sea olvidado del valor de cada persona humana, quienquiera que sea.








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