Casa no hará quien hijos no da


Se cuentan muchas historias, si bien no todas ciertas. Lo cierto, sin embargo apunta a los países que sin descendencia se hunden.

Cada vez menos son quienes se casan, y si lo hacen olvidan el fin del matrimonio. Se busca sólo gozar, y apenas sin darse cuenta, ya se pasaron los años de procrear.

Ella y él, muy dedicados a buenas labores, pero éstas absorben y dan siempre qué argumentos darse, para luego dar, por qué se posterga la traída  de los hijos si para ello está el casar. 

Todo se puede hacer: tener y educar a un hijo, y darle su lugar a ese empleo que, sin duda, trae bien a la familia. Pero si deja correr el tiempo, suele llegar el límite de concebir y se suele lamentar. Cada cosa a su debido tiempo.

La vida no es algo producido por el hombre. Dios es el señor de la vida y la da cuando quiere. Muchos son quienes usando la unión matrimonial sin cortapisas de tipo alguno, no pueden procrear. La unión conyugal, en este caso, es necesaria pero no suficiente.

Se nota en diversos países  la dejadez respecto a la procreación. Las estadísticas del porcentaje de parejas casadas va en diminución. También el número de hijos por familia; y va en aumento el número de novios que van a prueba en su relación sin compromiso alguno. Hay un cierto temor, diría, al compromiso, incluso en la relación laboral. 

Hace no mucho, se ligaba alguien a una empresa por su trabajo, y prácticamente gastaba en ella toda su vida. Ahora no es así. Cada quien se acopla con el mejor postor, y el cambio de trabajo es lo normal, sin compromiso alguno.

Pasa lo mismo con la asistencia a la Misa dominical. Antes, cuando el domingo incluso no había misas vespertinas  ni tampoco los sábados a la tarde con una asistencia válida para el domingo, las misas estaban abarrotadas desde temprano a la mañana. Ahora, el compromiso de muchos católicos, por mil razones (o sin ellas) no cumplen con el precepto dominical aunque la razón de ser de este día de fiesta fue precisamente el cumplimiento de las obligaciones del día del Señor, quien descansó el séptimo día de la creación. 

El problema, además, pasa de una generación a otra, y los hijos aprenden de los padres en el cumplimiento de este compromiso.

San Juan Pablo II escribía en una de sus últimas encíclicas, que la familia era el fundamento de la sociedad, de acuerdo con los planes divinos. Pero si esta columna se deteriora, todo lo demás, todo, se viene abajo.

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