Un mundo sin familias, un mundo sin sacerdotes: no se puede vivir







Sin sacerdotes no se puede vivir.

Por esta razón, Satanás trata de herir hasta su desaparición, a la familia. Desde la muerte de Abel por su hermano Caín, hasta la crisis de Europa en lo concerniente a la fecundidad, los hijos se quieren eliminar de la faz de la Tierra.

Los racionalistas, sobre todo si han bebido el veneno del egoísmo inoculado en varias teorías "científicas", aconsejan a la mujer el derecho a ser ella misma, a disfrutar de la vida, a competir con el hombre en el campo profesional y a dejar el matrimonio y los hijos para más tarde, si se tercia. Ocurre con frecuencia que se al seguir estas recomendaciones se les suele pasar el tren y, entonces, siguiendo a la "francesa" de siempre, la Simone, claman tener "derecho" a los hijos por cualquier medio. Pero las ideologías no suelen dar hijos.

Las creencias se han dejado a un lado. Cada quien tiene ahora  "derecho" a elaborar las suyas propias. Son los nuevos dictados del relativismo, donde la verdad no cuenta. La deformación de la conciencia es un mal grave por desorientar al hombre de su verdadero fin. Y las demencias personales y sociales entran en juego alimentados por las nuevas terapias con aromas orientales. Pero por fin, en esta revoltura se conjuga con fuerza la "moda" y la "libertad". Sentirse libre. Ir a la moda. Hacer del querer, poder. Sin restricciones, ni siquiera en el lenguaje, pues en él se encierran las ataduras más sutiles de antaño para así ir siendo creativo. Fuera los moldes, las restricciones, las normas. Al fin y al cabo hay tres mil millones de posibilidades de vida. La vida que en la Tierra no se quiere alimentar, se pone como fin en las consideraciones de los científicos a la hora de celar con su proyectos teóricos la inversión necesaria. El hambre y la vida terrenales son harina de otro costal. El viaje a las estrellas está cada vez más próximo aunque las distancias sean incalculables y se cuentan en "minutos luz" los tiempos a recorrer mientras se explora el universo desconocido, de donde nadie ha venido. 

La moral es sólo un árbol que da moras. La educación consiste en ponerse al día con las corrientes de los más adelantados, en las ciencias exactas, las tecnologías y los idiomas. Lo demás, es lo de menos. La muerte viene sigilosamente, pero los científicos trabajan arduamente en alargar la vida y despreocuparse de ese momento último.

Octavio Paz solía ver esa otra orilla como algo inalcanzable ahora. Así lo hacía saber en su discurso de aceptación del premio Nobel, pero descubre ese algo al final de su vida y sin presión externa alguna, se convierte, tal como él había reconocido en la diferencia entre el catolicismo y el cristianismo inglés. Se convence porque quiere del bien de ese dios único distinto a los otros cientos tan estudiados y escritos por él en sus obras. 

Fue un sacerdote, quien le asiste al final de su vida y le ayuda a morir a Octavio en paz. Como también  le ocurrió a Manuel Hazaña, presidente de la II República en España, huido a Francia, donde un Obispo le asiste, muy cerca de Lourdes, en los últimos momentos de su vida. O, la conversión de un filósofo descreído Manuel García Morente, en una noche de insomnio en París, una gracia, la de su conversión, y un hecho extraordinario le cambia la vida, y, aunque viudo, con hijas y nietos, y se prepara para ser sacerdote después de la Guerra Civil de España, luego de una confesión general "larga y detallada" con el señor obispo.

En fin, son muchos los casos en donde la intervención del sacerdote cambia la vida de las personas. La primera, al momento del Bautismo; luego ya vienen los demás sacramentos, dadores de la gracia santificante; pero, de manera especial resaltan la confesión y la eucaristía. Con uno, el hombre, miserable, recobra la condición de hijo de Dios; don el otro, se transforma el alma en algo divino.

Nadie sobre la tierra, excepto el sacerdote, puede, en nombre de Dios, perdonar los pecados ni tampoco convertir el pan y el vino en cuerpo y sangre de Jesucristo, necesarios para salvarse.

Pro eso, las familias con pocos o sin hijos, reducen las probabilidades del sacerdocio. Y sin ellos no se puede vivir...en paz.










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