Se buscan "restauradores" para "restaurar todas las cosas"



Arde París.




Urgente: se buscan restauradores. Y la catedral de Notre Dame no es ni lo más importante ni lo más urgente.

Uno de los oficios más considerados en el mundo del arte, es el de restaurador. Quien ha visto una obra en los sótanos de un museo porque un equipo de personas trabajan en ella con el fin de devolverle el esplendor de antaño, y la tratan con guantes, literalmente. Más cuanto más valioso es el objeto a restaurar, debido con frecuencia a la categoría profesional del artista. Muchos hemos sido testigos de procesos de restauración inéditos. La Capilla Sixtina, por ejemplo, tiene una bóveda pintada por Miguel Ángel a comienzos del siglo XVI (1508-1512), y se tardó casi tres lustros, a partir de 1980, el restaurar toda su obra pictórica. 

El mundo del arte, pensemos en el más excelso, es nada comparado con la hechura de un alma. El universo entero no se compara con su belleza original. Pero el paso del tiempo, acaba ensuciando las paredes de esta creación espiritual, ensombrecida por el pecado de origen. Se necesitó toda la gracia divina disuelta en la materia del bautismo para devolverle su color del principio. Luego, para ir limpiando de las suciedad acumulada en el camino, se requería del sacramento del perdón, que devolviera la gracia.

Estos dos sacramentos, específicamente, son los grandes restauradores del color de la gracia perdida. Ocurrió lo mismo con el resto de la creación. Sufrió todo una convulsión respecto al plan original. En el caso del hombre, la gracia santificante, devuelve el esplendor al alma, necesario para llegar a ser verdaderamente  hijo de Dios. Por gracia recibe el hombre lo que Jesús posee por naturaleza: la filiación divina. Y se pierde este don al perder la gracia por el pecado mortal.

Entonces, el oficio de "restaurador" de la gracia viene a ser el más grande de todos. Los sacerdotes  ordenados  ejercitan su ministerio especialmente en la confesión; y los laicos, al llevar las almas de sus amigos a recibir este sacramento del perdón. De esta manera, las almas, como el color de una obra pictórica restaurada, vuelven a relucir como en su primer día después del bautismo. 

Por tanto, el "restaurar todas las cosas" es devolverles su belleza original al participar de la naturaleza divina por la gracia. Es como haber contemplado la Capilla Sixtina pintada hace 500 años ---deteriorada luego por los elementos, aire, luz, humedad y polvo---,  contemplarla justo antes y después de su restauración. Pues bien, la presencia de la gracia santificante es causa de que se pueda recibir por  la "filiación" esa "herencia"  que nos hace aptos para entrar a la "casa del Padre" ya desde esta vida, y después para siempre en el cielo.

Por eso urgen de esos  "restauradores" para ayudar a las almas a recobrar su gracia. Y esa labor de restauración es una consecuencia del amor del corazón.



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