El poder político suele crear adicción, y a veces corrupción


Está bien, si no puedo gobernar con mis credenciales ideológicas, haré pactos con quienes, sin tener representación suficiente, para conseguir insertarme en el ámbito del poder, que es lo único importante.

Así han hecho el ahora presidente español, Pedro Sánchez, quien sin conseguir una mayoría en las pasadas elecciones, se encaramó al poder gracias a sus alianzas con partidos separatistas y de izquierda radical.

Mientras, el presidente Joe Biden de 81 años, se asoma a un segundo mandato en medio de dudas sobre su salud y capacidad, ha declarado su determinación de que sólo se retirará de la carrera presidencial si interviene el "Señor Todopoderoso", si bien compagina sus creencias católicas¡ con la practica del aborto

También Lula da Silva, 78 años, líder del partido de los  Trabajadores,  de tendencias radicales  de izquierda ocupa su tercera presidencia en Brasil, después de haberla dejado en 2011, cargo ocupado durante   ocho años. Aun cuando  estuvo en prisión por  580 días acusado de lavado de dinero en 2018, vuelve a ser presidente de su país desde 2023.

En fin, podríamos proseguir con esta lista de personajes adictos al poder donde las prácticas políticas distan de ser ejemplares y se anublan los principios éticos y las prácticas  morales en la consecución del bien común. 

Aun así, un importante sector del los países optan por elegir a estos personajes de la política. Quizá sus oponentes en las elecciones dejan más que desear y se decantan por quienes piensan que más vale malo conocido que bueno por conocer. Sin querer ser agorero, si esta es la manera de pensar  en países cuya importancia es notable, podríamos vernos envueltos en una tendencia mundial de poca ejemplaridad donde las ventajas de ocuparlo dejarían de lado la búsqueda de una sociedad más justa.



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