Caminar en tiempo de lluvia


Carta de una monja 
endemoniada escrita en el siglo XVII, traducida 300 años después.



Al comenzar el verano, en algunas partes del hemisferio norte, aparecen las lluvias. Se pueden pasar los días sin apenas ver el sol. Densos nubarrones lo empañan todo. Esto se debe  a la presencia de huracanes y tornados en las costas del Atlántico y del Pacífico. Son fenómenos frecuentes en la estación de verano y de otoño, y, a pesar de su presencia periódica, nadie sabe exactamente cómo va a ser su comportamiento siempre errático. Siempre hay víctimas fatales como consecuencia de accidentes imprevistos, a pesar de los múltiples avisos advirtiendo a la ciudadanía de los peligros mortales, dada la furia de los vientos, capaces de derribar árboles, tejados de las viviendas, farolas y letreros con avisos de circulación.

No puedo evitar ver un paralelo con la vida ordinaria de los ciudadanos, desde su niñez. Reciben mil indicaciones de padres y maestros sobre los peligros del entorno, ahora mucho más presentes debido a la omnipresencia de teléfonos portátiles conteniendo mil sugerencias descaminadas capaces de atraer las mentes de jóvenes y adultos arrastrados por imágenes y conversaciones fuera de toda moralidad de las que difícilmente serán capaces de rechazar.

La ciencia ha avanzado hasta extremos indecibles, pero no ha preparado a los usuarios dotándoles de un mínimo de moralidad para defenderse de los embates del mal. C.S Lewis publicó en 1942 su conocida obra Cartas del diablo a su sobrino. En ella se muestra cómo el camino al infierno es gradual, y esa es la gran lección de diablo mayor a su sobrino Wormwood, indicándole cómo la indolencia, la acidia, la gula, la promiscuidad y la venganza marcan la senda al abismo. 

Habrá que esperar hasta 1977 para leer esta obra en español, pero sería de gran ayuda a padres y maestros para educar a los hijos y alumnos en los peligros de la vida contado de una manera satírica y amena. No obstante, también los adultos pueden sacar gran provecho de esta obra ya clásica.

No podemos dejar a un lado a quienes queremos aun viendo los peligros reales que acechan su vida, llevándolos, paulatinamente, a un punto sin retorno de eterno sufrimiento, comenzado ya aquí, en esta vida.


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