Saber a dónde vamos
Parece algo lógico. Antes de empezar a movernos, saber a dónde se quiere ir. Sería absurdo obrar de otra manera.
Por eso Dios, al crear el hombre, sabe de antemano lo esperable de él, y le regala su gracia para poder conseguirlo. Entonces, ninguno de los hombres existentes ahora, no los de ayer ni los del futuro, sin siguiera uno de ellos, es fruto de un descuido. ÉL El es el único señor de la vida, y nadie viene a este mundo sin su querer, aunque en su engendramiento hayo habido negligencia por parte de los progenitores.
La vida es algo sagrado, debido a su origen. Y nadie en la tierra puede disponer de ella desde el momento mismo de la concepción, un momento desconocido incluso por los mismos padres. Por eso, cuando ellos se dan cuenta de la presencia de algo especial en el viente de la madre, es precisamente de la presencia de un ser, no de un ser cualquiera, sino de un ser humano, pues humanos son quienes, con su unión, dieron cauce a la posibilidad de la vida de un ser humano destinado a ser santo.
Quien da la vida es Dios mismo, no ningún poder de la tierra; por tanto, ningún poder de la tierra puede, aunque pueda hacerlo, disponer de esa vida, sagrada, destinada a gozar para siempre de la presencia de su creador.
Las leyes terrenales pueden intervenir en las cosas creadas, por supuesto, para conservarlas, nunca para destruirlas o acabar con ellas. Quien hizo esto, puso al hombre en el jardín del Edén "para que lo labrase y cuidase", y "como no es bueno que el hombre esté solo", se dijo, "voy a hacerle una ayuda adecuada"" ..."y formó a la mujer" de la costilla del hombre.
Es Él, y nadie más, quien decide el qué, el cómo y el fin de cada ser de la creación, dando al hombre el privilegio de cuidar de cuidar de su obra de acuerdo con su fin, el propio de cada quien,
Por tanto, el hombre, ni nadie, puede intervenir en ese proceso de la vida, alterando su curso, decidido según la imagen de su hacedor, y convertir su fin en un capricho personal. Sería la mayor aberración y burla posibles a quien ha dedicado desde el principio el ser y el fin de cada cosa.
Por eso sabemos de dónde venimos y a dónde vamos.
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