El valor supremo


Si alguien nos dijera al oído, mira, sé dónde se encuentra el tesoro mayor de la historia, con el que se puede conseguir todo lo esperado en este mundo, y además nos señalara el camino para llega a él, de seguro dejaríamos todo lo llevado entre manos en aquel momento, para ir  en su busca, sin importar los obstáculos a vencer, ni el tiempo necesario para conseguir la meta sugerida.

Pero, la verdad sea dicha, no solemos ser congruentes. El susurro de un compañero suele bastar para seguir sus indicaciones. Suele estar una indicación para iniciar ese movimiento que supuestamente nos acercaría al supuesto tesoro. Los bandidos y estafadores se basan en esta forma de pensar y roban los la identidad personal y los recursos adjuntos a quienes se dejan embaucar por los cantos de sirena, como les ocurrió a los compañeros de Ulises con los atractivos reclamos de las devoradoras de hombres. Podemos aprender de él, Ulises, a sujetarnos en el mástil de nuestra embarcación, poniendo de nuestra parte cuantos remedios sean necesarios, para no ceder ante la tentación de una ilusión ficticia, sin fundamento alguno, y poder seguir nuestro camino, sin desear lo indebido porque no forma parte de los medios conducentes al fin nuestro, propio. 

Hace apenas un par de días, leíamos la tragedia de una embarcación dotada de todos los lujos imaginables, donde el magnate inglés Mike Lynch desapareció en la tromba de agua producida por una tormenta que hundió el yate anclado frente a 800 metros de la costa de Sicilia.

No sabemos cual era el valor supremo para el señor Lynch, pero  todo se fue a pique a las 5 de la madrugada de hace un par de días. Sin duda, él sabía la manera de crecer su cuantiosa fortuna, pero, al final, pereció de una forma inverosímil en el fondo de una barcaza  zarandeada por las olas imprevistas. a unos de la orilla de la isla siciliana.

Después de esta vida hay otra, la definitiva, para siempre. Y la cara de la moneda echada ahí queda sin remedio cuando se menosprecia la familia. La vida, sin embargo, no concluye así, pues se puede ir preparando la salida de tal manera que debido a la descendencia no haya que recurrir al incierto final como si de la suerte se tratara. La verdadera libertad elige siempre la cara del amor, que dura para siempre, y comienza en la familia.

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