En el repetir radica la base del progreso


Vale la pena seguir el camino elegido por nuestro creador para con el mundo. No se cansa de repetir una y otra vez la decisión de conservar el mundo para ser el santuario de la vida.

Ni se canda se repetir el curso iniciado tras la decisión trinitaria desde siempre, de crear al hombre a su imagen. Por supuesto, sabían  de los errores de esta criatura, pero al final conservar la vida de uno solo de ellos, habría valido la pena.

Repetir no es un fracaso, en absoluto. Es condición necesaria para seguir siendo en lo esencial igual a lo anterior. La ciencia se fija, por qué no, en los aspectos accidentales de las cosas encontradas por el camino y puede lograr como Jacques Monod,  premio Nobel de Fisiología (Medicina) en 1965, incluso rechazando la "imposición" de ese inalterable "fin" al que están llamadas todas las cosas. Son varios los caminos para llegar a él, pero el final se repite para cada uno de ellos.

Es la repetición, no el cambio, la esencia del amor. Cuando se quiere de verdad, se quiere para siempre a la misma persona. Repetirse queriendo llegar al fin propio del hombre para que sea feliz en la tierra, y después para siempre.

Uno repite las oraciones oídas a los padres, y aprende a rezar. Uno sigue los pasos de sus padres, y aprende a caminar. Uno repite las enseñanzas de los educadores, y aprende a obedecer, a confiar, y la ciencia. Uno recibe la primera comunión y aprende a ser hijo de Dios, repetición del don recibido en el bautismo. Uno quiere repetir las conductas ejemplares de los mayores, y, desafortunadamente, el ciclo se interrumpe cuando se fija en las malas conductas de los demás, esas que no conducen al fin. 

Es decir, sin repetición no hay progreso, entendido éste como una decisión personal de adquirir lo viejo para convertirlo en novedad. El habla sería otro de los grandes ejemplos...


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