El valor de la fidelidad


Hay cosas mejor valoradas, una vez pasadas. Podría ser este el caso de la salud. Cuando se tiene se aprecia, relativamente. Se refiere la presencia del contraste, la presencia del mal, una enfermedad, pro ejemplo,  para comenzar a echar de menos aquel bien perdido. 

Algo así ocurre con la fidelidad. Debería escribirse este concepto con letras de oro. Esta virtud consiste en decir un sí para siempre. Su ausencia deviene en todos los malestares del mundo, pues no vemos en el otro un semejante sino un extraño.

¿Acaso no nos damos cuenta de que todos provenimos de un mismo querer: el amor de Dios, y que nadie está por encima de los demás, sino saber que cada encuentro es la ocasión de servir al otro?

No aprendemos, no queremos aprender, estos principios básicos, simples, y la convivencia matrimonial y familiar incluso, se concierte en un desconcierto, principio de los desordenes sociales cuando nos cruzamos con quienes no conocemos.

Por eso, los planes de las naciones para frenar, por ejemplo, el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania está condenado al fracaso, pues se centra en el uso de armas cada vez más mortales, con el fin de salirse cada quien con la suya. De esta manera, sólo al exterminio del otro se le llama victoria.

Y nos preguntaremos --yo también--: ¿Qué tiene que ver todo esto  la fidelidad?

Fidelidad, hemos dicho, se trata de caminar juntos, a las duras y a las maduras.  En el momento en que vemos al otro como una ocasión de medrar. o un estorbo se acaba el asombro, la admiración ante un semejante que busca, unidos a los demás, ese bien común necesario para la supervivencia. Si no, ¿por  qué está a mi lado?, ¿qué hace aquí?, ¿de dónde venimos. él y yo?, ¿a dónde vamos? Y desde luego, ninguna de estas preguntas se  resuelve en las matemáticas o con tecnología, aspiraciones actuales de primer orden en la educación y en la sociedad.

Está claro: el hombre aislado no tiene sentido, y si no encuentra el sentido en la relación con el "otro" se transforma en una pieza del teatro del absurdo, un encuentro casual, innecesario, conducente a ninguna parte.

Por ende --para no alargarme más--, si se descubre el sentido en la relación, entonces se puede ir construyendo la fidelidad, y el amor que encierra. Ya lo iremos viendo con más detalle, si valiere la pena.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo difícil de ser abuelo

Un mundo sin descanso..., cuando falta el fin

De paseo sin agua y sin Dios