El Papa, el Opus Dei, el Obispo y nosotros


 El Papa siempre está de moda. El Opus Dei, de vez en cuando. El Obispo, depende. Y nosotros vamos de aquí para allá según sea el caso, cayendo con frecuencia en un cómodo relativismo, donde los media se mueven por donde quieren, más sintonizados con ideologías y su ranking, asociado con las ganancias económicas, que con el intento de busca la verdad y rechazar las opiniones opuestas a ella.

Veamos. El itinerario jurídico del Opus Dei ha sido un ir de un camino a otro según la Iglesia iba abriendo surcos y se iba entendiendo la naturaleza de esta institución. En las transiciones, forzosas, no faltaron dimes  diretes sobre la unidad entre hombres y mujeres, entre clero y laicos, por la sencilla razón de que este fenómeno pastoral no se había dado antes, y, cada paso se entendía según el cristal con que se miraba, como diría Ramón de Campoamor (1817-1901). Todo, excepto mirar con detalle a quien determina los cambios y a la opinión de los expertos "bien intencionados". Vale la pena repasar su conocido poema:

“De Diógenes compré un día

la linterna a un mercader;

distan la suya y la mía

cuánto hay de ser a no ser.

Blanca la mía parece;

la suya parece negra;

la de él todo lo entristece;

la mía todo lo alegra.

Y es que en el mundo traidor

nada hay verdad ni mentira;

todo es según el color

del cristal con que se mira”.
Así, pues, hay tanto colores como los de los cristales usados para ver la realidad. Y los media, ávidos de colorido no vacilan en arremeter, por ejemplo, contra el Opus Dei, cuando, sin entender todavía el cambio administrativo, denostan a la institución por despachar ahora anualmente con el dicasterio para el Clero cuando antes lo hacía cada cinco años con la llamada Congregación de los Obispos en la visita "ad limina".
Si nos referimos ahora al Papa, cada vez que el Santo Padre abre la boca, se encienden mil colores distintos aludiendo a sus palabras. Hay como un deseo implícito de que las cosas de la Santa Sede vayan mal. Asimismo, a ciertos obispos no los dejan en paz, en especial cuando hay algún aspecto negativo en sus diócesis.
Entretanto, los fieles oyen voces distorsionadas sobre la realidad eclesiástica, y se afirman más en el relativismo del "así es, si así os parece", sin importar el daño y la confusión causados con estos comentarios sin fundamento. Al fin y al cabo, los ataques a la Iglesia y sus instituciones no suelen acarrear pena civil alguna.

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