Rastros de Dios trinitario a encontrar en el hombre y en la creación


La Trinidad santísima es un misterio. No significa esto, sin embargo, renunciar a ir calando por a poco, esa verdad insondable.

Dios nos ha dado lo suficiente para indagar en esa aventura al ver las cosas salidas de sus manos. Por ejemplo, las Escrituras y la creación nos remiten al origen de toda esta gram verdad. 

Por ejemplo, el evangelista Juan nos dice que Dios es amor. Esta simple, pero compleja afirmación, nos  enseña que el amor es un sentido si se concibe en una sola persona. El amor, en cuento tal, quiere a alguien más, al otro. Es decir, ya tenemos ahí la presencia de por lo menos alguien más. Sabemos además que el amor relaciona a personas, y al quererse, dan fruto a alguien como ellos. Por lo tanto, ya tenemos a tres personas en esta breve consideración.

De hecho, la familia más perfecta de la tierra, la formada por María, José y Jesús, nos da también idea de un padre, una madre llena del Espíritu Santo, y un hijo, nacido del amor. Así vemos en la tierra, de alguna manera, la "imagen" de la Trinidad divina, unidos por el amor. 

Pero este despliegue trinitario viene a partir del hombre, hecho a "imagen y semejanza" de Dios, es decir, un solo hombre y una verdadera trinidad formada por la Sagrada Familia. Nos recuerda esa gran verdad del Dios uno y trino.

La "unidad" también refleja una de las notas constitutivas de la Trinidad. Son tres las personas divinas que la integran pero la "unidad" es el vínculo en sus relaciones. Por eso, al crear al hombre y darle a la mujer como compañía en su soledad, le advierte: lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Así, la "unidad" se convierte en la semejanza divina en la constitución y convivencia matrimonial.

De la misma manera, el hombre añora la "felicidad" que no puede conseguir en la tierra de manera plena, indicándole el camino hacia ella en la unión con su creador, único ser feliz en cuya vida se cumple tal deseo, y señalando al hombre que su deseo no es vano, pues lleva en sí el regalo divino con el encargo de no olvidar su origen.

Lo mismo ocurre con las cosas creadas. Todas estaban punto en el momento de la parición del hombre sobre la tierra. Ellas no necesitan de suyo, pues están diseñadas para que el hombre las cultive y se alimente, y llegarán a su fin cuando él desapareza del suelo terrenal, y de los cielos y mares. Son todas estas especies vegetales y animales para la supervivencia humana y para su disfrute.

Es decir, no importa dónde miremos, todo, cada cosa, nos habla de la presencia divina, de su Trinidad, del amor y la familia, de la creación entera como una "imagen y semejanza divina". El que no lo ve así es... porque no quiere verlo.






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