Celebrar el día del padre
Acaba de pasar el "día del padre". Los recuerdos se agolpan en la mente, no sólo del día pasado en familia, sino los momentos de ayer vividos con el el padre de quien ahora festejan.
Era un hombre bien parecido, proveniente de unos de los pueblos más notables de la provincia, frenado en su itinerario por una guerra entre los mismos ciudadanos, conocidos, durante tres años, más los años de preparación para el mortal conflicto.
Después de la guerra era difícil todo. Buscar un empleo, formar una familia, asentarse en un lugar fijo de residencia, y pasar or alto los recuerdos de rostros enemigos por la ideología asentados a veces como vecinos, y vivir como si lio hubiera pasado nada.
Mi padre conoció a mi madre en un tren de cercanías. Luego se vieron con alguna frecuencia, y la amistad acabó en matrimonio en la iglesia de san Nicolás, bajo la imagen de la Virgen del Pilar en una capilla lateral.
Los hijos se resistían a llegar, pero luego fueron tres los vástagos, no sin dificultades. Todo salió bien y dos niños y una niña fueron a formar el núcleo de la familia en una gran ciudad, capital de Aragón, debido a las obligaciones laborales de mi padre.
Fue una gran suerte porque volvimos a caer bajo el manto de la Madre cuyo domicilio se asienta en el primer lugar del mundo donde María, aún viva, se apareció al apóstol Santiago, y le dio ánimos para seguir su lucha de conversiones, pues olas cosas no le iban saliendo como había planeado en Jerusalén.
En ese lugar tuve mi primer encuentro con María, la del Pilar, porque mi madre nos llevó a saludarla y los monaguillos, encargados de atender a las visitas de los fieles, uno de ellos, me tomó de la mano para subir la escalinata que llevaba a la falda del manto de la Virgen para venerarla. Pero, con tan mala suerte, en el corto camino, me golpeé la espinilla de la pierna izquierda con la esquina de la escalerilla, y besé e manto de la Virgen con el dolor del golpe.
Con mi padre salía a pasear los domingos a mediodía junto con mi hermano.Eran días de sol y de encuentros con amigos de la familia. Me gustaba ir a los pueblos de mis padres durante las vacaciones se Navidad y del verano. Allí aprendía cosas nuevas relacionadas con el trato con los animales y faenas del campo. y llevaba el almuerzo recién hecho a mis tíos, caminando solo con una cesta de mimbre bajo el brazo.
Recuerdo otros encuentros con la Virgen, la del Carmen y la del Perpetuo Socorro, pero, la que marcó mi alma hasta el día de hoy es la devoción a María Auxiliadora a partir de los 13 años, aunque también me inculcaron la de san Antonio de Padua cuando solía cantar en la Escolanía de su nombre, regida por los padres capuchinos.
Luego, después de pasar de una escuela a otra, estudié en la Universidad de Navarra para acabar en los Estados Unidos cursando las materias de Maestría y Doctorado en Comunicación Política. Por supuesto, desde allí acudía a pasar mi vacaciones con mis padres, y recuerdo las lágrimas de mi padre al verme bien flaco.
Cuando falleció, no estaba presente, y al recibir la noticia emprendí un largo viaje, sin parar, desde Estados Unidos a España, y acabar conduciendo desde el aeropuerto de Madrid hasta mi casa. Los familiares se reunieron ahí, y lloraron sin pausa a mi entrada llevados por la emoción. Ahí fue el entierro y despedida de mi amado padre a los 82 años de edad, al que no pude tratar mucho durante mi ausencia.
Hoy lo celebro desde aquí, encomendándolo siempre, cada día, pidiendo por su eterno descanso, en especial, cada año en el día del Padre. Mi madre falleció mucho después, a los 97 años de edad.
Comentarios
Publicar un comentario