Mis delicias están con los hijos de los hombres´ (Proverbios 8).
Todos nos hemos preguntado alguna vez quienes son las personas con ls que nos sentimos a gusto para conversar, pasar un rato, jugar, ir de excursión o andar en bicicleta. Esas personas tienen un algo haciéndonoslas atractivas.
Por medio de la inteligencia, intus legere, leemos en su interior sin hacer ruido alguno, el tipo de persona con quien acabaremos relacionándonos debido a percibir una simpatía fuera de lo común.
Estamos hechos para estar con los demás porque el hombre es un "ser en relación". No se trata de estar siempre con alguien en nuestro entorno cercano. Es con el corazón como encontramos al otro, aunque no esté físicamente presente.
Los frailes que viven apartados en las celdas de sus conventos están de hecho cerca de los demás y piden por ellos sin descanso. Nunca están solos. Descubren entonces la cercanía de Jesús que está en su interior, como descubrió el gran san Agustín.
Él siempre está a nuestro lado porque no se aparta a quien se ama, y Dios ama a cada uno como si fuera el único personaje sobre al tierra. Para advertir esta cercanía conviene apartarse un poco de tantas cosas que nos rodean y de las preocupaciones diarias. Entonces se descubre esa cercanía y se puede rogar por nuestros semejantes y abandonar en él nuestras preocupaciones.
Jesús todo lo puede, y si abrimos una rendija siquiera de la puerta cerrada por el egoísmo de querer resolver todo contando sólo con nuestras propias fuerzas, estaremos perdiendo una oportunidad de abrirnos a la esperanza.
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