Pero, ¿cómo es el cielo?


San Pablo es el único visionario del cielo cuando aún estaba en la tierra. Habló una vez de su experiencia, pero no pudo decir nada después de su regreso desde el tercer cielo: "Ni ojo vio,  ni oído oyó"  lo que Dios nos tiene preparado después de la muerte.

Pero no hace falta que nos hable porque Dios es amor. El amor no se ve, ni se toca, ni se oye. Consiste en una entrega, en un darse al otro con quien se va formando una unidad inseparable. Algo de esta unión se da en la Eucaristía. En ella nos vamos acostumbrando a poseerlo, transformando  en una sola cosa con él, y no lo vemos ni sentimos. Es una unión discreta, sin ruido alguno, aunque se digan cosas  mutuamente en silencio.

Por eso a Eucaristía es un anticipo  real del cielo, semejante a los amores de la tierra. Cuando se ama ya no se necesita nada más. Y apenas se nota el paso del tiempo.

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