El error craso de la educación


Podemos comenzar diciendo algo básico acerca del hombre, como humano: es un ser único dotado de inteligencia y voluntad. Porque tiene alma, parte espiritual creada directamente por Dios, lo  hace semejante a él, como ocurre con cualquier artista al realizar su obra. Pero además lo hace diferente a todos los demás seres creados, y se le da un nombre apropiado digno de la persona que es.

Que esto siga ocurriendo después de años sin cuento de ir apareciendo hombres en todas las latitudes, contados por miles y miles de millones resulta increíble, inverosímil, casi mágico. Pero al tratar de elegir una manera de preparar  al hombre  para la vida --ésta y la venidera-- es donde se suelen cometer errores crasos.

Como la inteligencia y la voluntad, sin entrar en pormenores en este momento, son los agentes, diríamos, receptores de la llamada educación, se suele caer en dos errores: llamado uno "intelectualismo"; o, el otro, "voluntarismo". Es decir, reducir el todo  a las actividades de la inteligencia o a las de la voluntad como potencias espirituales del hombre. 

Pero es que a educación, cuando es digna de tal nombre, se refiere siempre a personas, no a partes de ella. Navegar por las sendas del cientificismo deja de lado los avances de altura debidos a la fe; asimismo, la fuerza de la voluntad, innegable, quita de en medio a la razón por apostar por las fuerzas a base de puños, con detrimento de todo lo demás.

Cuando estas tendencias se instalan en el campo de la educación, el educando se convierte en una especie de ser mutilado al ignorar la presencia de la razón en el aprendizaje de lo que las cosas con, o de menospreciar la contribución de los sentidos y la base espiritual del hombre en afirmar su presencia a la hora de llamar a las cosas por su nombre.

Así, memorizar está bien, y no se puede ignorar la fuerza de la memoria en el proceso de aprendizaje, pero sin contar con el conocimiento de las cosas debido a la presencia de la inteligencia. O peor, todavía, tomar como muleta de apoyo el "querer es poder" sin más.

Y estas tendencias están presentes en las escuelas de hoy como armas de quienes llevados por un espiritualismo sin sentido quieren librar de un peso innecesario a quienes aligerados en su camino intelectual creen llegar a la verdad --desestimada desde el principio-- sin contar con la verdad de la persona, hecha desde el principio a imagen divina. 

Se trata, en última instancia, en dejar la presencia de Dios en el camino de la ciencia, que conduce a cualquier sitio, menos el de la verdad de la vida.

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