LOS SANTOS SE PREOCUPAN POR NOSOTROS


Hay días y días. No se puede pasar por el mismo rasero el día de un cumpleaños, la celebración de una fiesta familiar, o el momento de un sepelio.

Por ejemplo, el día 3 de mayo se celebra en algunos lugares el día de la Santa Cruz, y en otros la fiesta de los apóstoles Santiago  y Felipe. ¿Pero, por qué se celebra a los Santos?

En primer lugar, porque han alcanzado la meta asignada por Dios para cada hombre venido a este mundo: Él quiere que todos los hombres se salven, y cuando tenemos la seguridad de haberlo conseguido en el caso de una persona en concreto, la Iglesia se llena de alegría y lo muestra como ejemplo del deber cumplido.

En segundo lugar, al ver el caso de un ejemplo, los hay muchos y muy variados, el fiel corriente, todavía vivo en este mundo, se anima a imitarlo ensueño vida, al descubrir un caso que le anima a seguir su ejemplo.

En tercer lugar, creo, a los santos, una vez en el cielo, se deben alegrar de lo lindo al contemplar a tantos devotos suyos en la tierra, y muchos de ellos animados a seguir su ejemplo. Es una ocasión especial para seguir dando gracias a Dios por toda la inversión hecha en su vida terrena y, a pesar de los pesares, haber logrado con su gracia la promesa del cielo, para siempre, para siempre, para siempre.

En cuarto lugar, al contemplar la realidad celestial, aquella de la que San Pablo no pudo decir nada después de haber sido arrebatado al tercer cielo según nos cuenta en sus Cartas, dan gracias y piden especialmente por todos aquellos conocidos y amigos que, tanto hicieron para lograr su beatificación desde este mundo. Ahora ruegan a Dios por todos nosotros,  pues después de contemplar la felicidad del cielo, no pueden cejar de querer que, todos los hombres se salven, en comunión con el querer divino.

Por último, se dan cuenta de poder de la oración de intercesión, y una vez descubierta la razón de ser del hombre, quieren infundir en todos nosotros un afán apostólico sin tregua, de manera que quienes han descubierto su verdadera vocación  aquí, en medio de sus quehaceres, logren contagiar a los demás, a sus amigos, familiares, vecinos, del fin querido por Dios para ellos de tal manera que no se equivoquen de camino, atraídos por los placeres del mundo.

En fin, hay muchos motivos para celebrar a los santos del cielo, una vez que la Iglesia define con seguridad  el haber alcanzado la felicidad en la vida eterna. Sin recuerdo, el de los apóstoles mencionados al principio o el de la Santa Cruz por la que todos somos salvos, nos sirvan para ilusionarnos de veras del fin que nos espera si somos fieles. 

Para ello nos sirve recordar a los santos, por si se echan la siesta, de nuestra necesidad de su intercesión, por lo menos en su día.

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