Algunos aspectos de la otra vida: ahora es el turno del cielo



Dios es amor.



Ahora trataremos de considerar las grandezas del cielo.

Cuando san Pablo fue arrebatado al "tercer cielo", no vio ni vio nada de lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

Por supuesto que Pablo vio y oyó, pero el cielo resulta indescriptible para el hombre. Sin embargo hay quienes sí son capaces de contarnos algo de lo visto en ese estado.

De nuevo, traemos a considerar el bosquejo de los escritos de santa Faustina, después de habernos enseñado los horrores infernales.

Era, según ella, un 27 de noviembre de 1936. "Hoy día estuve en el cielo en espíritu  --nos dice--, y vi sus bellezas incomparables y la felicidad que nos espera después de la muerte". 

"Todas las criaturas alaban a Dios sin cesar". No podemos preguntar si no se cansan o aburren de profesar siempre esta alabanza. La verdad es que la felicidad en Dios es inagotable y "siempre nueva", y se derrama para todas las criaturas haciéndolas felices. 

De esta felicidad brotan gloria y alabanza que regresan a su origen "penetrando  en las entrañas de Dios" y esto "permite contemplar la vida interior de Dios, en el Padre en el Hijo y en el Espíritu Santo".

Entonces,, Faustina cuenta, entendió que hay una cosa de valor infinito a sus ojos, que es "el amor de Dios", y nada puede compararse a "un solo acto Der amor a Dios", y aún aquí en la tierra, "el alma disfruta de sus favores".

La comprensión de este amor sin cuento los disfrutan todos los espíritus celestiales según sus "grados y gracias" de acuerdo a su jerarquía, como leemos a veces en la Escritura sobre algunos arcángeles que siempre gozan de su presencia en primera línea. Todos en distinto grado, pero todos felices, porque en la casa de Dios hay muchas estancias, según Jesús nos anuncia en el Evangelio.

Faustina se complace en que su alma está llena de paz y amor, y se apena por aquellas que no creen en la vida eterna.


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