No tenemos vino...!!!


No tenemos vino. El asunto no es en absoluto trivial, especialmente si se trata de una boda. Bien estamos en presencia de un grupo de bebedores empedernidos, o, lo más probable, de una falta de previsión de parte de quien organizó la fiesta. La causa no importa para los invitados cuando quieran llenar de nuevo su copa y escuchen la frase demoledora: Se nos ha acabado el vino. Las caras de asombro devendrían en malos gestos y, luego, en ganas de irse de la fiesta.

En Caná de Galilea ni siquiera el contramaestre había advertido la carencia del sustancial elemento en una boda. Sólo uno de los invitados, una mujer, lo advierte; aunque, por lo general, las mujeres suelen beber menos que los hombres.

Pues bien, esta mujer no va a reclamar al encargado de la fiesta; se va decididamente con su hijo. "No tienen vino". le dice.  La respuesta es clara: "A ti y a mí qué, mujer". Es decir: nosotros no estamos encargados de la fiesta; no es nuestro asunto. 

Pero en ese momento, pasa algo que no narra el evangelista Juan. María, a pesar de la negativa de su hijo, "porque aún no ha llegado mi hora", usa de toda la influencia de una madre,  para "imponer" de alguna manera su voluntad a la de Jesús, y ordena a los criados que hagan "lo que él les diga".

Y este es el punto al que queríamos llegar. Una mirada de María a su hijo es suficiente para enmendar todo el plan salvífico  de Jesús: "..aún no ha llegado mi hora". Es decir, María lo puede todo, incluso ante los planes divinos.

Por eso, no debemos preocuparnos mientras estemos como hijos junto a María, especialmente cuando nos falta el vino, que no es otra cosa que el de la cercanía del amor de su hijo.











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