Sonreir y apoyo


Pasan los días, los años, y se nos olvida nuestro fin en la tierra: contribuir a a felicidad de los demás.

Las madres saben muy bien que su principal tarea en esta vida consiste en procurar el bien de los hijos. Han comprobado mil veces cómo se transforma el rostro de los hijos cuando ellas se acercan a su lado. Saben muy bien que nada pueden sin el concurso de la madre.

De la misma manera, nadie sobreviría en la infancia espiritual sin el apoyo de nuestra madre del cielo. No en vano, Jesús, en sus últimos momentos en la tierra nos dio a María, su madre, como madre nuestra. 

No hace falta dar explicaciones. Todas las madres del mundo saben de la capacidad de los hijos y de sus limitaciones. Y es aquí en donde ellas nos pueden ayudar, sin apenas darnos cuenta. Un gesto, una palabra de aliento bastan muchas veces, y si las cosas se ponen graves, no se apartarán de nuestro lado.

Sólo se requiere, como en caso de Juan, el discípulo amado de Jesús, la disposición de abrirle la puerta y "recibirla en casa". Ese es el gesto inconfundible de quienes de veras buscan el trato con María. 

Ella lo puede todo, si se lo pide a su hijo. Y se lo va a pedir si nosotros se lo pedimos a ella.

Por eso, una sonrisa a quienes con nosotros conviven es la señal de apertura, de invitación  a una relación sincera con quienes la vida pone a nuestro lado.

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