Saber decir no sé, o ser amigos de la verdad

No es fácil. No todos pueden hacerlo. Decir "no sé" cuando no se sabe.

La razón de esta incapacidad se halla en un espíritu aficionado a la verdad, sin ser  amigo de ella. Parecen, o pretenden sin serlo, ser eminentes en un asunto sin tener en su visión íntima la diferencia  entre el error y la verdad.

El enemigo invisible de esta postura es la indiferencia. Quien así actúa se  mueve en el plano de la conveniencia, acercándose más o menos, o nada, a la presentación de la realidad. Este acercamiento a las cosas o a las posiciones mantenidas  es una especie de diversión donde el actor puede o quiere salir triunfante de la propuesta debatida.

Esta postura es muy diferente a la de una persona inteligente. La inteligencia se caracteriza por su coincidencia con la realidad. Por eso dice claramente "no sé" cuando los caminos propuestos en un diálogo para una mejora de un asunto no están,  o no parecen estarlo, definidos.

Quien sabe leer el interior de los seres, sería, en principio, una persona inteligente: ese es, en principio, el significado de inteligencia: la capacidad de leer el interior de una persona o de una cosa.

Al ver lo que una persona o cosa es se despierta la inteligencia para conducirse de acuerdo a lo visto. Pero no siempre se adapta por fallas de la voluntad. Se requiere de un vencimiento, una fuerza, capaz de desplazarse a lo visto; sin embargo, la fuerza necesaria no se halla disponible por falta de ejercitar la voluntad y así lograr la determinación de la santa de Ávila: "...aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera". Esa determinación es fruto de la constancia de vencerse en las pequeñas cosas diarias que salen al encuentro sin desearlas, contratiempos que nunca faltarán en la vida.

Por tanto, el querer quedar bien, se antepone a decir la verdad, ese "no sé", apegado a la realidad de las cosas, nos guste o no nos guste.